Seguramente la palabra más adecuada para sintetizar el empate la usó Natxo González: frustración. Cuando un equipo no gana fuera de casa a pesar de haber hecho dos goles, la desilusión se acrecienta. En el reverso del doblete de Borja Iglesias, delantero descomunal, volvió a estar la causa que impidió ganar al Real Zaragoza. Dos tantos en contra son una carga excesiva. El Sevilla Atlético merodeó las zonas de gol con demasiada sencillez. Ha sucedido en unas cuantas jornadas esta temporada. Problema importante cada vez que se repita. Si el equipo pierde la fiabilidad, no reduce las llegadas del rival y encaja con facilidad, todo será imposible.

Por ello el Real Zaragoza se vino de vuelta con un premio algo desagradable, que sin embargo no evita condecorar el majestuoso encuentro de Delmás, el correcaminos de Monegrillo, que subió la banda una y mil veces, infatigable. De sus botas nacieron las dos asistencias a Borja. Le ha puesto la titularidad en chino a Alberto Benito.

Una de las razones por las que el Zaragoza no funcionó estos años pasados, no la principal pero sí una de ellas, fue el ateísmo que los malos resultados provocaron tanto dentro del propio Zaragoza como fuera de él. Eso desgastó mucho al equipo. Una de las claves del éxito de esta temporada será que los malos resultados se gestionen mejor, con ánimo renovado, construyendo, no destruyendo, haciendo un ejercicio de confianza cuando no lleguen victorias que se pensaba que llegarían. Como ayer. Hay trabajo y errores que corregir, pero argumentos futbolísticos también. Y mucha Liga.