Del césped del Sánchez Pizjuán al terreno de juego particular de Castelldefels. Del griterío de Sevilla a la paz del hogar. Del abrazo con Denis, Alba y compañía el sábado, al posado feliz con Antonella, Thiago, Mateo y Ciro el domingo. La felicidad completa de Messi antes del regreso a la Champions para recibir el miércoles a la Roma, en medio de la racha goleadora que inició en la anterior eliminatoria ante el Chelsea.

Empezó aquel enfrentamiento frente al campeón inglés con el astro inmerso en una ciénaga de cinco partidos sin marcar. Leo Messi anotó en la ida (y dos veces en la vuelta), y desde el 20 de febrero no para de festejar goles. Excepto en Málaga, donde no jugó porque estaba naciendo Ciro, el más pequeño de la foto familiar. Nueve goles en los siete partidos disputados. La mejor racha de la temporada, aunque no la mejor del argentino en su carrera deportiva.

RACHA SALVADA

La milagrosa resurrección del Barça en Sevilla para ganar un punto y salvar la racha de invencibilidad liguera (37 partidos sin perder, a uno del récord absoluto de 1980 de la Real Sociedad) va ligada a la reacción de Messi, del mismo modo que los éxitos de la última década van indefectiblemente asociados al descomunal rendimiento que ha ofrecido el talento argentino sobre el césped.

El equipo perdía en Sevilla sin su guía, sentado en el banquillo por unas molestias musculares, y acabó empatando gracias a él. Por el gol final en ese tiro envenenado al rincón derecho de la portería de Sergio Rico pero, sobre todo, por el cambio de rumbo que imprimió al partido. El Barcelona iba a la deriva y Leo Messi lo salvó del naufragio por enésima vez.