Sale del examen sonriendo. No ha ido del todo bien. Que no han puesto patologías, lo que esperaba. Qué le vamos a hacer. Pues estudiar más, afilar codos, no queda otra. Porque cuarto de Medicina no es tontería. Compatibilizarlo como atleta de élite de carreras de montaña lo es menos. Aprender a llevarlo, a seguir disfrutando sufriendo pero con lo que llegue, a domar la autoexigencia de este competidor nato, es el verdadero reto de Dani Osanz. Equilibrar, saber poner límites sin renunciar, respirar si no vas primero. Madurar y vivir feliz siendo valiente como es.

Sabe que si catea tendrá otra cuesta de libros a subir en septiembre entre todos sus picos. Y está la cosa como para planificar. Él y Jesús Romero, su entrenador, lo tienen todo abierto a ver cómo evoluciona la pandemia, si pueden y dónde viajar. «Iba a dos carreras en Austria en mayo y las han cancelado. Algo haré, pero por España», dice Dani Osanz, a sus 23 años.

Justo acaba de comenzar la temporada. Y la cosa va bien. Seis meses intensos de entrenamiento, de recuperar el puntito, un primer contacto con la competición en la Transgrancanaria, un 30K «cuesta abajo», como antesala al triunfo mediático en la Puyada al Coll de Pal, rompiendo el récord de la prueba que databa de 1986. «Ha tenido muchísima repercusión. La emitían en directo y tuvo 15.000 espectadores, algo que no es usual en este tipo de carreras. Nos han llamado hasta de El Chiringuito», afirma Osanz.

La mirilla en los Mundiales

En dos fines de semana (1-2 de mayo) afronta el Campeonato de España (FEDME) en la Sierra Mágina (Jaén), donde se deciden las plazas del Mundial absoluto de julio en Boi y del U23 de agosto en Italia. «El objetivo obligatorio es meterme en el U23 y en la absoluta ir a por el podio para estar en Boi. Pero el nivel es altísimo. Saldré a darlo todo. Si no lo consigo no sería un fracaso por todo con lo que vengo detrás», indica este maño criado en Jaca. En la lejanía, en noviembre, quedaría el otro Mundial de Trail, que organiza la federación de atletismo, en Tailandia y para el que tendrá que clasificarse en septiembre en Palencia.

Dani dio el petardazo en el 2019. Fichaje por Adidas, campeón en la mitiquísima Transvulcania en La Palma y de la Copa del Mundo de Kilómetro Vertical (KV), dos medallas de tres en el Mundial U23... El 2020 pintaba igual. La semana anterior al confinamiento logra la plata en la absoluta en del KV nacional, también en Mágina, y se planteaba entrar en el circuito internacional de SkyRace... Y nos encierran. Todo parado.

Mucho rodillo en casa, salir a pie o en bici pese a que en las primeras vueltas sufrió el acoso de los policías de balcón. «Como los deportistas profesionales salíamos en el horario de los más vulnerables, al verme me decían de todo. Un día la policía me paró para pedirme los papeles y se hizo un grupillo alrededor esperando que me multaran. Se llevaron un chasco», recuerda. ¿Insolidario él? Como estudiante de Medicina estaba preparado para hacer diagnósticos telefónicos. No fue necesario.

Sin competiciones, y aunque en verano fue segundo en el Aubisque, hizo el récord de ascenso al Garmo y fue quinto en la Canfranc-Canfranc, decidió centrarse en los estudios. Hasta se dio una licencia. Con su inseparable amigo Javi se subió el Perdiguero, el Llardana... Se pegó una travesía de varios días, corriendo, claro, pero a otro ritmo en la cabeza. «Desde crío no hacía algo así. Coger la mochila e ir tres días al monte a disfrutar. Era el momento», afirma convencido de la pausa.

Porque ha aprendido la lección. O está en ello. Porque cuando comenzó Medicina, bajó de Jaca a Zaragoza, casi lo deja. Querer llegar a todo y no poder le hizo aparcar los entrenamientos. Sin actividad y tanto nervio suelto le dio por comer, engordó a base de devorar fuets. La confianza de su familia y de su nuevo entrenador, Jesús Romero, fue la clave para ganar esa carrera, seguramente la más importante. Es valiente y joven, y no se esconde al hablar de su ansiedad y cómo ha tenido que ir conociéndose para superarla. «Fue jodido. Tenía la sensación de que si no podía aprobar tenía que dejar de entrenar. Pero conocí a mi entrenador y me cambió la perspectiva. Él y mi familia no dejaron de apoyarme, pese a que en mi primera carrera me quedé el 80º, yo que siempre iba a ganar. Siguieron creyendo en mí y me dieron mucha confianza», recuerda con emoción.

Y en ese equilibrio está. Por eso en septiembre se dio cuenta de que tenía que recuperar la forma. Nueve sesiones semanales, en Zaragoza, porque si iba a Jaca, aunque tenía permiso para relajarse haciendo Rapitanes u Oroeles, perdía tiempo para estudiar. Ni en Navidad, porque tenía exámenes. «Sigo siendo muy exigente. Me tomo todo al cien por ciento. Eso sí, he aprendido a poner una barrera. Si ahora tengo que ir un poco más lento en «los estudios, pues lo hago”, advierte Osanz, que se ha sacado el primer cuatrimestre limpio y hasta ha ampliado matrícula con una materia más.

Hace cuatro semanas que cruza Monrepós. Ahora crecerá el nivel y el volumen de los entrenamientos, con menos nieve, tirará a cotas mayores para endurecer la planificación. Solo descansa los jueves. Ya empieza a sentir que es el que era. «En septiembre hacía el kilómetro en llano en 3.30 y ahora ya voy a 2.55, que es el ritmo que solía llevar», aclara con confianza.

Esos datos explican su éxito en la Puyada al Coll de Pal y le hacen ser optimista para Mágina, pese a que el trayecto, con una rampa de 800 metros inicial y una ladera suave al final, no le beneficia. «Mi entrenador lleva tres meses mentalizándome de que no se puede ganar siempre. Antes si no iba el primero me dejaba llevar. Ahora si hay que luchar por ser cuarto, se lucha», dice con el alma clara. Correr sufriendo para vivir feliz.