Si naces en Lituania y cuando tienes siete u ocho años ves a Sabonis, Marciulionis, Homicius, Kurtinaitis, Karnisovas y compañía ganar el bronce en los Juegos Olímpicos, lo normal es «enamorarte del baloncesto», como le pasó a Renaldas Seibutis (Mazeikiai, 25 de diciembre de 1985). «Posiblemente tuve la suerte de nacer y crecer con el boom del baloncesto en el país», explica el escolta del Tecnyconta Zaragoza, que no tiene precedentes familiares de jugadores profesionales.

Lituania es un país relativamente pequeño en superficie pero uno de los más grandes en la historia reciente de la canasta. «Somos tan pequeños que no podemos hacerlo todo, así que hemos elegido una cosa y es el baloncesto», explica entre risas. «Hablando en serio, todo el mundo ama el baloncesto allí porque no es solo el juego, tiene que ver con la historia, es algo que está en nuestros genes. La independencia estuvo muy conectada con el baloncesto, con el país ganando el bronce en los Juegos Olímpicos, la plata en el Europeo, con Sabonis, Kurtinaitis, Marciulonis y más y más, grandes nombres, grandes jugadores que construyeron la emoción, la pasión por el juego y lo convirtieron en una religión para Lituania», añade.

Así creció Seibutis, en un país que se separaba de la Unión Soviética y que le proporcionaba grandes ídolos a los que admirar. «Crecí viendo a Sabonis, Marciulonis, Kurtinaitis, Karnisovas, después Macijauskas, Jasikevicius... generación tras generación hemos tenido grandes nombres, grandes estrellas, tengo mucha suerte de seguir esa estela. Si tuviera que elegir uno sería a Karnisovas, realmente le admiraba, me fijaba porque jugaba en el mismo puesto y él podía hacer hasta cuatro posiciones», relata con verdadera admiración.

Ahora una de esas grandes estrellas preside la federación, Arvydas Sabonis. «Es uno de los nombres más grandes no solo en la historia de Lituania sino del baloncesto mundial, tiene el respeto de todo el mundo. Es una gran persona y somos muy muy afortunados de ser un país tan pequeño y tener a uno de los más grandes jugadores del mundo de todos los tiempos», indica. Seibutis posee un largo historial con la selección, con la que ha ganado un bronce mundial y dos platas europeas y con la que ahora pelea para estar en el Mundial 2019.

El baloncesto es su vida, le ha dado la oportunidad de ser lo que es hoy en día y ya piensa en cómo devolver todo eso en el futuro. Piensa también en el día en que el baloncesto profesional se acabe para él y ya tiene planes en mente. Hace unos meses compró el club de su ciudad natal, en el que empezó a jugar, como una forma de devolverle algo a este deporte, de pensar en el futuro y de mantenerse conectado con la comunidad, con su hogar. Dice que no ha sido una gran inversión y que no le dedica mucho tiempo, concentrado como está en el trabajo diario con el Tecnyconta, pero se le ve realmente ilusionado con el proyecto.

El futuro

«Fue una oportunidad. Los últimos años los resultados no acompañaban y junto a algunos de mis mejores amigos, que hemos jugado juntos en este equipo y que hoy tienen éxito en el marketing, en nuevas tecnologías, etcétera, hemos mirado de hacer esto juntos y es una buena oportunidad para cuando termine el baloncesto tener algo que hacer. Ahora se lo dejo a ellos porque estoy concentrado aquí en el equipo. Pero cuando termine me uniré a ellos. Ahora les puedo ayudar por teléfono, puedo darles alguna sugerencia, mostrar mi experiencia», indica. «Mis amigos, mi familia van a los partidos y estamos construyendo algo. Quiero devolverle algo a la ciudad, agradecer lo que han hecho por mí, que me ayudaran a ser lo que soy hoy», añade el escolta.

Ahora le dedica una atención mínima. Su cabeza está centrada en ir creciendo con el Tecnyconta después de un inicio difícil para el equipo y para él, con unos problemas de espalda. «Soy jugador profesional, no me gusta pensar en las lesiones, en el dolor que siento. Todo el mundo tiene dolores, situaciones incómodas, pero no hay tiempo para llorar, hay que salir y competir, dar el 100% por el equipo. Las lesiones forman parte de nuestro día a día. A nadie le gusta estar lesionado pero intento no pensarlo, dejarlo atrás. Hago ejercicios especiales para evitar el dolor. El dolor sigue ahí pero al menos puedo bloquearlo durante los partidos. Mientras ganemos y al equipo le vaya bien no hay ningún problema», explica.

Sus actuaciones son cada vez más sólidas. «Estoy feliz de que el equipo juegue mejor. Un día jugaré mejor y otros serán otros compañeros, no me importa. Soy un jugador de equipo que hace lo que le pida el entrenador. Conozco mis fortalezas y mis debilidades e intento jugar con ellas, hacer todo lo posible para la victoria del equipo». En su caso la experiencia es un grado. Jugó en Bilbao del 2008 al 2010, por lo que sabía qué esperar. «Hace diez años o ahora es probablemente la mejor Liga de Europa. He estado en España, Turquía, Grecia, Lituania y, con todo el respeto a esas Ligas, que son buenas, el nivel es muy bueno aquí, todos los equipos tienen grandes jugadores, juegan duro, físico, rápido». En Bilbao coincidió con Pedja Savovic, gerente del Tecnyconta. «Estuve con él cuando ya estaba terminando su carrera, era uno de los veteranos, gran tirador, nunca perdía un balón pero siempre le dolía algo (ríe). Era un gran compañero y hemos recordado esos días». También habló con Janis Blums y con Salva Guardia para tomar la decisión y seguir siendo fiel a la religión lituana en Zaragoza.