La Eurocopa es el escenario del relevo generacional de la selección portuguesa. La transición entre el poder emergente del Oporto y los últimos representantes de la vieja guardia se está produciendo en plena competición. El pasado miércoles, Scolari tomó la decisión que marca el antes y el después. Ricardo Carvalho sustituyó a Fernando Couto en el eje de la defensa y Deco ocupó el puesto de Rui Costa en la mediapunta. Fue mucho más que una doble sustitución.

El entrenador derribó a dos de los tres jugadores intocables, indiscutibles, del fútbol luso. Antes, ya se había cargado otro mito. Vítor Baía ni siquiera entró en la lista. Era una decisión justificada que nadie discutió por el bajísimo rendimiento de ambos. Pese a que Couto (106 veces internacional) no era suplente desde 1998 y Rui Costa (90), desde el Mundial-2002. Pero Scolari no derribó al tercero. No podrá mientras sea el sostén de la selección lusa.

La imagen del país

Porque hoy Portugal aguanta en pie gracias a las piernas de Luis Figo, capaces de soportar el peso de un país después de una agotadora temporada en el Madrid. El extremo, a sus 31 años y 104 internacionalidades, es la imagen que más se ve en los anuncios de publicidad, ya sean de una marca comercial o de Unicef. Figo también aguanta en pie frente a la irrupción de Deco. Su oposición a la internacionalidad de los jugadores que no han nacido en Portugal conlleva un implícito mensaje de oposición al mediapunta del Oporto, nacido en Brasil. En la víspera del debut ante Grecia, el viernes pasado, mantuvo su opinión. Aunque esté solo, igual que en el césped, porque nadie se ha significado como él ni nadie se opone a la presencia de Deco.

"Me gustan los jugadores con personalidad", opinó después Scolari, al ser interrogado sobre ese latente conflicto, elogiando a Figo. El técnico nació hace 56 años en Passo Fundo (Brasil), pero ayer se enfundó en la bandera rojiverde de Portugal para rechazar una entrevista con la cadena Ser ante el partido frente a España. "Es mejor que no hablemos. Esto es una guerra, y en las guerras tengo que matar y no morir" fue la justificación patriotera de Scolari.