Maribel Roche no le da ninguna importancia pero fue la primera mujer que arbitró baloncesto en Aragón. «Alguien tenía que ser la primera», dice tantos años después. Empezó en los ochenta con un grupo de amigos, primero jugando, después por casualidad en el arbitraje. «El entrenador me dijo ‘¿por qué no te metes a árbitro?’. Le dije, pues cualquier día... Y cogió y me apuntó. Así empezó todo, me metí en el colegio de árbitros, hice un curso y adelante. En ningún momento me planteé si era la primera mujer. La verdad es que estuve muy apoyada por los compañeros, por Antonio Gallo, que era entonces árbitro de Primera», rememora. Acaba de ser reconocida por la Federación Aragonesa.

Entonces la territorial era algo más pequeña, más familiar, y los árbitros no abundaban. Todos se conocían, se apoyaban y se servían de aprendizaje mutuo. Todos se volcaron con ella. «Entonces la figura de la mujer en el colegio de árbitros estaba como auxiliar de mesa, ahí sí que había, pero como árbitro nadie. Claro que te encuentras muchos inconvenientes y problemas, pero estamos hablando de la década de los ochenta. España ya era un poco más abierta pero todavía había muchos límites. El primero en mi casa. A mi padre y a mi madre no les hizo gracia. No me pusieron ningún impedimento, ya se le pasará… Así era la época de entonces», explica.

Tampoco abundaban en España. «En Madrid había una mujer, Pilar, que la conocí posteriormente, que llegó a categoría nacional. Pero en España no había nadie más. Creo que ese fue el motivo por el que aquí se volcaron tanto conmigo. Venían a todos los partidos el grupo que hicimos, estaban todos en las gradas. Se ponían de una mala leche cada vez que me decían barbaridades... porque me decían auténticas barbaridades. Y muy machistas. Pero por aquí te entra y por aquí te sale», asegura.

Esa presión extra que sienten los árbitros, hombres y mujeres, fue todo un aprendizaje. «Me importaba un pepino lo que me dijeran. Lo peor de todo es que cuanto más baja era la categoría que arbitrabas, peor era, sobre todo los padres, no se daban cuenta de la imagen que les estaban dando a sus hijos. Pero esto es como todo. El paso del tiempo y el avance en la vida a la mujer nos ha dado el sitio que nos corresponde, que es el mismo que un hombre. Yo no soy de las que piensan que la mujer ha de estar por delante. Fue una etapa bonita. Y te endurece y te forja mucho en la vida pasar estas situaciones, te enseña mucho a decir aquí estoy yo. Te hace ser fuerte», indica.

Maribel Roche llegó a arbitrar Segunda masculina y Primera femenina, pero sobre todo recuerda los fines de semana de locura con hasta cinco y seis partidos por todo tipo de pistas y colegios. «Empezabas los sábados por la mañana, que se jugaban las categorías escolares, e ibas de uno a otro, que podías pitar tres partidos perfectamente. Terminabas en uno y te ibas corriendo al otro colegio. Los sábados por la tarde eran juveniles y los domingos, los séniors. Según ibas subiendo categorías los fines de semana eran totalmente dedicados al arbitraje. Los jugadores jugaban un partido, el árbitro cinco y no se sentaba en el banquillo como los jugadores», indica.

Los medios

La preparación era un poco precaria, como los medios de la época. «Al principio teníamos una reunión a la semana que era técnica. Y luego ya Antonio Gallo montó un poquito el podernos juntar, lo hacíamos en Doctor Azúa, y pasamos a tener unas clases técnico-prácticas en las que algo hacías. Y el resto por tu cuenta», rememora. Nada de vídeos, nada de toda la información del mundo a través de internet. «Teníamos el librito del reglamento que salía todos los años con las nuevas actualizaciones, hacíamos nuestras clasecitas para estudiarlo todos juntos y no teníamos más. Podías comentar la jugada que había ocurrido en el partido de otro compañero», apunta. Por eso iban a verse unos a otros.

También aprovechaban para ver los partidos de élite, del CAI, con el pase gratis que tenían como colegiados, y ver así situaciones, jugadas, acciones, de otro nivel. Los años 80 fueron los de la gran explosión del baloncesto tanto a nivel nacional, con la plata de Los Ángeles, como en Aragón con los éxitos del CAI. Algo que se notó en los patios de los colegios, que multiplicó los practicantes.

Maribel Roche reivindica la figura del árbitro y por eso se alegra de los premios, pero no por género. «Que te hagan un reconocimiento después de 25 años es gratificante. Al jugador se le reconoce, al entrenador se le reconoce, pero los árbitros estamos ahí en el vacío. En una cancha hay tres equipos, el de casa, el visitante y el arbitral. Pero se lo preguntas a cualquier jugador o club y te dicen dos equipos. Es muy importante un entrenador, pero sin árbitro no se juega», indica. Ahora hay más colegiadas y Roche espera que se les reconozca por su nivel y no por el género. «Sé que las árbitras tienen muy buen nivel. Ojalá que pronto el mejor árbitro de la temporada sea una mujer. Ese sería el siguiente premio que me gustaría», concluye.