En el Mundial de Estados Unidos 1994, la nariz rota y la sangre en la camiseta de Luis Enrique eran el reflejo de una época de sucesivos fracasos de España en cada fase final. En aquel entonces, el eléctrico e intenso jugador de banda, nacido y criado futbolísticamente en Gijón, era una estrella del Real Madrid, canalizador de la garra blanca. Veinticuatro años después, tras triunfar en el Barcelona, sobre el césped y en el banquillo, y tras convertirse en el adalid del antimadridismo, será el encargado de reconducir una España que, después de haber conseguido ganarlo todo, acumula ya tres fases finales seguidas con resultados decepcionantes.

La nueva cúpula directiva de la Federación, con Luis Rubiales a la cabeza, quiere reconducir la situación y Luis Enrique es el elegido para una tarea con la que cuenta con un aval deportivo incuestionable. La transición que lideró en el Barcelona, después de que el nivel fuera bajando tras el pico de éxito alcanzado con Guardiola, hasta convertirlo en un conjunto renovado que volvió a ganar todo, con novedades tácticas, nuevas ideas e ilusiones, le señalan como el hombre idóneo para liderar el cambio generacional que pide a gritos la selección.

Luis Enrique es la apuesta que pretende culminar una transición. Cumple a la perfección los criterios previos de sus nuevos jefes y, además, llega con ilusión, Rubiales ha destacado que el técnico asturiano «quería» ser seleccionador, y que, económicamente, tenía propuestas más interesantes. En la mochila tendrá que cargar con las críticas por su confesado antimadridismo, por los problemas que ha tenido con alguno de sus jugadores, en Roma o Barcelona, y por su mala relación con la prensa. Acarrea tras de sí declaraciones altisonantes que ya han dado pie a la primera gran crítica que se le hace como seleccionador, minutos después de su nombramiento: no va a ser capaz de aunar a las Españas. El madridismo se siente menospreciado y ya ha condenado a Luis Enrique antes de comenzar.

SIN CLÁUSULA / Con dos temporadas de contrato por delante, sin cláusula de rescisión, «si se quiere ir tendrá que hablar con nosotros», dijo Rubiales. Luis Enrique ya mira a la Eurocopa 2020. «Queremos una persona de carácter, que imponga su criterio y se haga respetar al máximo. Buscamos un líder que marque una doctrina de la que no se salga nadie», había dicho unas horas antes el presidente de la RFEF, antes de que se hiciera oficial la llegada de Luis Enrique. Lo hizo en la presentación de José Molina, nuevo director deportivo de la Federación, en sustitución de Hierro, cuya primera, y casi única, gran responsabilidad era elegir seleccionador. En su puesta de largo, Molina había dicho que para el nuevo seleccionador habían buscado un perfil de entrenador ganador: «Queremos alguien que haya tenido éxito, moderno, que no varíe el estilo que ha hecho ganar a España pero que aporte pequeñas modificaciones para volver a ganar», explicó.

Molina, exinternacional y portero de Primera División, dijo que va a estar «al lado del seleccionador, para lo que necesite» e insistió en que hay que actualizar el estilo, «cuando no ganas hay que cambiar cosas, pero no creo que haya que cambiarlo todo», comentó sobre su idea de juego, antes de hablar sobre Piqué, que anunció que se retiraría tras el Mundial: «Me gustaría que Piqué siguiese, querría que nadie nunca renunciara a la selección y que todos estén disponibles para el seleccionador, que es el que decide», dijo Molina.

La próxima semana será la presentación oficial del nuevo seleccionador. Su primera rueda de prensa, la vuelta a la batalla, el terreno donde el barcelonista se siente cómodo y la prensa fuera de juego. «No vivimos en una burbuja y sabemos que es una persona con carácter y que ha tenido problemas con la prensa, pero la selección es otro tema. El ambiente interno será bueno», concluyó Rubiales. Luis Enrique dará su primera lista de convocados el 31 de agosto, antes de enfrentarse a Inglaterra y Croacia en los primeros partidos de la Liga de Naciones.