Tuvo Francia la clasificación para los cuartos en la mano y dos graves errores defensivos la condenaron a pelear, como el resto de los mortales, hasta el tercer partido. Con su involuntaria generosidad, el campeón invitó a Croacia (2-2) a que se uniera en la pelea con Inglaterra --las dos se enfrentan en la última jornada-- para dirimir las dos plazas en juego y le dio una oportunidad en el último minuto que Mornar erró. Tuvo suerte por ese fallo del croata y tuvo ayuda arbitral porque Trezeguet se ayudó de la mano para lograr el gol del empate.

Los que sostienen que el fútbol es un juego de errores, ayer recibieron un nuevo argumento. Francia y Croata rivalizaron en aciertos defensivos, a los que se unión también el árbitro danés Nielsen, espeso como muchos jugadores en la calurosa tarde de Leiria. Ninguno de los cuatro goles nació de una buena jugada, de una acción de mérito, un detalle que ensució el vibrante encuentro.

GOLES DE REBOTE Zidane abrió el marcador con una falta que rebotó involuntariamente en la pierna de Tudor. Rapajic empató a raíz de un dudoso penalti cometido por Silvestre, Prso fusiló a Barthez tras un fallo de Desailly que no tocó el balón en un intento de despeje y Trezeguet empató al aprovechar una pésima cesión de Tudor al portero y marcó a puerta vacía después de acompañar el balón con la mano. Para no ser menos que los defensas, el croata Mornar envió a las nubes el remate que le daba la victoria a Croacia a dos metros de Barthez.

Francia tuvo que realizar un descomunal esfuerzo para conservar uno de los tres puntos que tenía en el zurrón. Confiado en que Croacia sería incapaz de incomodarle, visto el pobre despliegue de los balcánicos en el primer tiempo, tuvo luego que arremangarse para empatar. Con dos picotazos en cuatro minutos, en un plis plas, Croacia le dio la vuelta al marcador y obligó a Francia a ir contrarremolque, a echarse en manos, como siempre, de Zidane. Igual que el primer día ante Inglaterra.

ZIDANE, SIN ACOMPAÑAMIENTO Por ahora, el madridista sostiene al campeón. Zizou es el sostén del equipo, en cuanto es el principal --mejor dicho, el único-- capaz de crear ocasiones de peligro. Carece de suficiente acompañamiento, y ése es un problema que deberá resolver con urgencia Santini para prolongar la permanencia de Francia en el torneo.

Además de que los defensas socavan su aportación con algunos despistes, ni Henry ni Trezeguet han dado señales de vida. Al primero solo se le ve lanzando córners e intentanto jugadas personales que nunca funcionan. Trezeguet marcó un gol. Anduvo listo al detectar la criminal cesión de Tudor a Butina, pero necesitó la ayuda de la mano izquierda para festejar su primer tanto.

Croacia enseñó lo mejor y lo peor de sí misma. Avanza punto a punto con el talento de sus individualidades, pero pena con su anarquía, incapaz de moverse como un bloque trabajado y consistente, y de mantener algo de constancia en el juego. El lunes, ante Inglaterra, se verá el futuro que le aguarda.