Chris Froome ya lleva un par de días dando signos de que no se ha apuntado a la Vuelta por obligación, para quedar bien con su equipo y ver pasar las etapas como hace por ejemplo Peter Sagan, con su futuro resuelto, con su equipo el Cannondale en periodo de demolición y a la espera de estrenar el año que viene el uniforme del Tinkoff como compañero de Alberto Contador.

El hombre de África, el vencedor del Tour 2013, el que se cayó antes del primer sector de adoquines en la que seguramente fue una de las etapas más decisivas de la pasada ronda francesa, también se ha ido al suelo durante la séptima etapa, en una colina, una más, rodeada de olivos, en Jaén, aceituneros altivos, avería en la bici y chapa y pintura, como ellos dicen, es decir, magulladuras y poco más. Froome observó, como Contador, como Alejandro Valverde, el líder, desde la retaguardia, a Nairo Quintana que trataba de sorprender y colarse en un corte que no fructificó.

Y Froome impactó con el asfalto en la última etapa por Andalucía. Fue un día con un calor algo más humano, la primera jornada de fuga consentida, con victoria del italiano Alessandro de Marchi, el ciclista que recibió el título de corredor más combativo en el pasado Tour, y que este viernes se ha llevado el triunfo en Alcaudete, población de Jaén que ha recibido la Vuelta, tal cual hubiesen obtenido el premio de un partido de la Champions. Casas y pisos vacíos y todos buscando un rincón junto a las vallas para ver la llegada de los ciclistas.

En la meta, con la victoria ya resuelta, cierta inclinación, Froome fue el más vivo, el que sorprendió al resto de candidatos con lo que arañó tres segundos de renta y se situó a solo uno de la tercera plaza que ocupa Contador. La octava etapa, este sábado, llegará a Albacete, donde una vez hizo viento y cortó el pelotón, con lo que se ganó el título de ciudad ventosa, aunque suele ser más territorio de los velocistas. El domingo regresa la montaña.