Como cada mes de agosto, en cada rincón de Europa arrancan centenares de ligas nacionales que, antes del verano, repartirán unas cuantas plazas para, al menos, pelear por jugar una competición internacional. Pero más allá del control FIFA hay territorios, no reconocidos internacionalmente, que viven en un limbo diplomático y donde el fútbol, que no existe de forma oficial, sobrevive de espaldas del mundo.

Pese al aperturismo de las las confederaciones territoriales (UEFA admite a entidades parcialmente independientes como Gibraltar o Islas Feroe, o sin el reconocimiento unánime internacional, como Kosovo), en lugares como Crimea, la República Turca del Norte de Chipre o el Alto Karabaj, las Ligas comienzan, pero la aspiración elemental de sus clubes no es jugar por Europa, es que sus territorios, sus competiciones, sus selecciones nacionales tengan reconocimiento legal internacional.

El fútbol es una pasión en todo el mundo y mantener una competición siempre legitima los gobiernos ante la población. El crecimiento en el deporte, la llegada de jugadores mediáticos o los éxitos internacionales de las selecciones dan una sensación de normalidad en zonas en las que la estabilidad política es una quimera.

EL EXILIO O EL OLVIDO

Después del conflicto armado entre Rusia y Ucrania, en el que Moscú se anexionó Crimea, y con la negativa de UEFA a la admisión de los equipos crimeos en la liga rusa; en la península del Mar Negro se juega una Liga sin estatus legal, no reconocida, que ha desplomado el nivel del fútbol a orillas del Mar Negro.

Mientras que los equipos históricos de la zona, el FC Sevastopol (antiguo Chaika) y el Tavriya Simferopol, han optado por seguir jugando, exiliados, en la liga ucraniana (a la manera del Shakhtar Donetsk o el Zorya Luhansk), el resto, incluidos los clubes que adscribieron a la Federación Rusa en 2015, integran la Premier League de Crimea, una liga de equipos refugiados entre militares su propia tierra, sin escapatoria, en medio de un conflicto geopolítico y bélico internacional a gran escala.

La competición la organiza la Unión Crimea de Fútbol, patrocinada por la Federación de Rusia, y es uno de sus argumentos con los que intenta acercar su ingreso en UEFA, bien como parte dependiente de Rusia, o bien como un estado independiente, aunque el conflicto abierto y la inestabilidad política de la zona supeditan cualquier iniciativa de un estamento oficial.

TAN CERCA Y TAN LEJOS

Entre Turquía y Grecia, el destino de Chipre siempre ha estado en disputa y siempre ha terminado dividido, como su isla y como su fútbol. Desde la fundación en 1983 de la República Turca del Norte de Chipre, estado que solo reconoce Turquía, el fútbol en el tercio más septentrional de la isla mediterránea ha sobrevivido a la sombra, postergado, tan cerca y, a la vez, tan lejos de la deseada Liga de Campeones que juegan con regularidad sus homónimos grecochipriotas (el Madrid y el Barça han visitado Nicosia en la última década).

El objetivo de ser oficialmente reconocida se atisba lejano, con Turquía como única fuente de viabilidad económica y con el Mediterráneo oriental inmerso en una escalada de tensión permanente desde que se descubrieron yacimientos de gas en la zona, en aguas de Israel, Egipto y el sur de Chipre.

Pese a las sanciones económicas de la Unión Europea y las airadas protestas de Grecia, Turquía ha intensificado sus prospecciones en la costa chipriota en busca de depósitos de gas submarinos, a la vez que el gobierno grecochipriota ha expedido licencias de exploración y perforación a otros países.

Entre la creciente tensión en la zona, la Federación de Fútbol de la República Turca de Chipre, la KTFF, organiza la Súper Liga, con 16 equipos, siete de ellos de la zona norte de Nicosia, una capital dividida por una franja desmilitarizada que hace de muro de separación entre las dos mitades de la isla. Allí juegan futbolistas sorprendentemente mediáticos para las posibilidades de la república, como los cameruneses Gilles Binya o el 68 veces internacional Jean Makoun.

Los grandes dominadores del último lustro: el Mausa Türk Gücü (poder turco de Famagusta) y el Yenicami Agdelen de Nicosia del Norte, han desbancado al histórico Çetinkaya Türk, el club más laureado de la zona turca, con 14 títulos, y el único turco-chipriota de los miembros fundacionales de la Liga de Chipre, en 1934.

UN MUNDIAL ALTERNATIVO

La KTFF también gestiona la selección nacional de la República Turca del Norte de Chipre, con la que aún aspira a clasificarse para disputar una Copa del Mundo alternativa al de la FIFA. La república turcochipriota forma parte de la CONIFA (Confederación de Asociaciones Independientes de Fútbol), junto a los entes federativos de otras 59 naciones dependientes, estados no reconocidos, minorías étnicas o micronaciones no afiliadas a FIFA, como el Kurdistán Iraquí, Quebec, Crimea o Tibet. También países de pleno derecho y con reconocimiento internacional masivo, como Kiribati y Tuvalu, que no pertenecen a FIFA.

La cuarta edición de la Copa Mundial de la CONIFA se va a disputar en 2020 en Somalilandia, región independiente de facto y autoproclamada república en 1991, no reconocida por ningún otro estado, que comprende el noreste de Somalia, el territorio que fue colonia británica; frente al resto del país, que estuvo bajo dominio italiano.

La región del Cuerno de África tiene autogobierno, moneda, liga de fútbol o constitución propias, al margen de las somalíes, y con más señales de estabilidad que su país matriz. Allí se juega la Sera A, un torneo eliminatorio con 16 equipos que proclama al campeón nacional y del que se nutre la selección nacional.

Al Mundial de la CONIFA también acudirá, con una invitación especial, la selección del Sahara Occidental, territorio que reclama su independencia desde la ocupación de Marruecos en 1976, tras el abandono oficial del territorio de España.