“El fútbol es un micromundo de la sociedad”, según el psicólogo especializado en victimización, Rubén Sánchez Ruiz, “el racismo, el machismo y la homofobia campan a sus anchas entre jugadores y sus seguidores”. A lo largo de los años, los futbolistas han encarnado la imagen de hombres poderosos, con éxito y dinero, que lo tienen todo: coches, casas, aviones privados, y todas las mujeres que ellos deseen.

Pero soplan tímidos vientos de cambio. Los jugadores de fútbol que se creían con derecho de pernada cada vez tienen más difícil disponer de los cuerpos de las mujeres a su antojo y comprar su silencio. También ellos se sientan en el banquillo de los acusados, cada vez más por denuncias de violencia sexual.

Los jugadores de la Arandina Rodríguez y Calvo, con sus abogados/ SANTI OTERO (EFE)

El 'caso Arandina'

Los exjugadores del Arandina Club de Fútbol de tercera división, Carlos Cuadrado, de 24 años, Víctor Rodríguez, de 22, y Raúl Calvo, de 19, se enfrentan a posibles penas de más de 40 años de cárcel por una supuesta agresión sexual a una menor. El jugador del Celta Santi Mina, de 23 años, y el del Nàstic, David Goldar, de 25, llevan camino del banquillo de los acusados por presuntamente agredir sexualmente a una mujer en Mójacar (Almería). Los exjugadores del Eibar, Sergi Enrich, de 29 años, Antonio Luna, de 28, y Eddy Silvestre, de 27, podrían pasar entre dos y cinco años en prisión por atentar contra el derecho a la intimidad de una mujer con quien mantuvieron relaciones sexuales y de la cual difundieron un vídeo sin su consentimiento.

“Una agresión sexual es sólo la expresión del poder del hombre sobre la mujer”, explica la codirectora del máster de Género y Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Isabel Muntané. Y, ¿qué hay más poderoso que un futbolista? “A estos deportistas se les sitúa en un pedestal, son iconos a imitar para la juventud y la adolescencia, con todos los riesgos que eso implica”, añade Sánchez Ruiz. Sus fans no solo copian su peinado sino que imitan los modelos de virilidad y masculinidad que los grandes astros encarnan.

¿#metoo?

En el 2018 se registraron 28 denuncias diarias por violencia sexual, según datos del Ministerio del Interior. Y aunque las grandes estrellas como Neymar o Cristiano Ronaldo parecen ajenos a cualquier tipo de reproche social o castigo penal, en las bases de los clubes ya se intuye una mayor concienciación. Así lo demostró el Arandina Club de Fútbol al expulsar a sus jugadores cuando fueron acusados de agresión sexual. Pero solo en la tercera división hay respuesta a la violencia sexual de sus jugadores. Entre los clubes de primera y segunda reina el silencio ante los gritos valientes de sus víctimas ya convertidas en supervivientes.

“Los clubes de fútbol tendrían que imponer más transparencia y más castigos a estos agresores, pero eso es muy difícil con el rédito económico que aportan estos jugadores”, explica Arnau Roig, profesor asociado de la UAB y la UPF. “Al final estos jugadores lo hacen porque les resulta muy fácil y saben que no tendrá consecuencias”, añade Roig.

Desde el Valencia, club en el que jugaba Santi Mina durante el momento de la denuncia, se defendió su “presunción absoluta de inocencia” y se recordó que fue un hecho sucedido en el ámbito privado del jugador, que estaba de vacaciones. El entrenador del Eibar aplicó a Sergi Enrich y Antonio Luna un laxo castigo que también se podría interpretar como una recompensa de un día más de descanso: no los convocó para el partido amistoso que disputaban el día que se difundió el vídeo.

Acompañadas

“Demasiado a menudo se acusa a estas mujeres de querer obtener fama y dinero con sus denuncias pero aquí se está ignorando el enorme desgaste que supone denunciar a tu agresor”, insiste Muntané. “Una vez lo identifica y no se siente culpable, esta mujer debe enfrentarse a todo el sistema policial y judicial que va en su contra; denunciar a su agresor no implica una condena segura”, añade. Difícilmente se puede comprobar ya que ni el Ministerio del Interior ni el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ofrecen datos sobre el número de condenas ni cuántas denuncias siguen su curso.

Dos fragmentos del vídeo de Enrich aireado en el 2016 / WHATSAAP

Precisamente en el caso de la mujer que denunció a los exjugadores del Eibar, la superviviente renunció a un acuerdo económico con el club para tirar adelante la denuncia por la difusión del vídeo de contenido sexual en octubre del 2016. “Las mujeres ya no se sienten solas a la hora de denunciar y se ven más legitimidas a hacerlo”, explica la profesora de periodismo de la UAB y codirectora de su máster de Género y Comunicación, Joana Gallego. “En general, está calando en la opinión pública la idea de que la culpa no es de las víctimas”, concluye.

“Aunque ahora haya más denuncias, eso no implica que antes no hubiera agresiones”, añade Gallego. “El hecho de que estos casos aparezcan en los medios es positivo para crear un imaginario social que nos apele ya que es un tema que implica a todos”, aporta Muntané. Después de las experiencias compartidas durante el #MeToo y el #cuéntalo, el mundo del deporte y, en especial, el del fútbol está presenciando una paulatina ruptura con el halo de impunidad que envolvía a sus jugadores.

Ajenos a la realidad

Pero el cambio no es tan visible como en el caso de Harvey Weinstein en el cine o Larry Nassar en la gimnasia rítmica. “Estos jugadores han seguido fichando por nuevos equipos cada temporada bajo la protección de sus clubes, directivos y compañeros”, critica Sánchez Ruiz. “La verdadera revolución ocurrirá cuando se rompa el silencio cómplice de los hombres”, añade. Roig lo matiza: “nosotros también nos tenemos que decir no entre nosotros”.

Los futbolistas disponen de un altavoz mediático enorme y sus declaraciones gozan de un alcance comparable al de personajes políticos. “Con todo ese poder, el hecho de no sufrir ningún tipo de consecuencias ante estas denuncias es muy mala referencia para los adolescentes porque parece que una agresión sexual no tenga importancia”, explica Roig.

Desde el trono del fútbol masculino de Primera División, no llegan los reclamos de una sociedad cada vez más concienciada. Gallego lo tiene claro: “Todas estas denuncias son positivas porque, al final, ningún hombre debería vivir en un pedestal como si fuera un héroe”.