Llegan las seis de la tarde. Tras la primera hora de actividad en el Campus de Balonmano Peblo Hernández, los niños paran unos minutos y los entrenadores les dan para merendar un recipiente con frutas troceadas. Este año se ha decidido que no se den refrescos y bollería industrial y se ha pensado en dar alimentos saludables a los pequeños deportistas. «Este año el lema es balonmano sano, campus sano. La idea es de Eduardo Gálvez, el coordinador. Hoy ha tocado manzana, kiwi y uva. Aquí lo más gratificante es ver a los niños haciendo deporte», afirma Sergio Durbán, delegado de balonmano de Corazonistas

Pese a los 32 grados a la sombra, sopla una brisa agradable en el patio del colegio. Sin embargo, el pabellón deportivo es una sauna. Aquí se encuentra Pablo Hernández, el legendario portero zaragozano entrenando a dos equipos con niños de seis y siete años. Y en el patio, en el que hay cinco campos de balonmano, hay 60 chavales.

Esta es la sexta edición del campus y es diferente a todas. En enero falleció Alfonso Mateo, santo y seña del balonmano aragonés y una leyenda de este deporte. Pese a su precario estado de salud, Mateo era un asiduo al campus y no falló a ninguna de las ediciones. Le gustaba oler el aroma del balonmano de formación y qué mejor sitio que el colegio en el que estuvo vinculado toda su vida como jugador, entrenador y directivo.

Este año se ha ampliado a los niños de 4, 5 y 6 años y se prolonga hasta los 12. «El 40% de los 92 niños que están en el campus no conocen lo que es el balonmano. Aquí empiezan a hacer deporte específico a los ocho años. Antes hacen multideporte con el balonmano, baloncesto, fútbol sala y gimnasia rítmica», explica Durbán. Todos estos niños son atendidos por 22 ayudantes. «Todos son entrenadores y jugadores de Corazonistas. Son voluntarios y este tiempo lo sacan de sus horas de estudio. Son infantiles, cadetes y juveniles. Son el futuro de Corazonistas. Hacemos el camino de cara a ellos», afirma.

El campus comenzó el pasado lunes y finaliza mañana. Cada día son dos horas de cinco a siete de la tarde. «Los más pequeños hacen mucho juego alternativo, juego con balón durante las dos horas. En los mayores, la segunda hora después de la merienda se enfoca más al lanzamiento y al pase y la última media hora se realiza un partido», explica Hernández. Los entrenadores van rotando cada día. «Así no se acomodan los jugadores y es bueno que vean cosas diferentes», explica.

En la primera edición del campus se apuntaron 48 niños. Hernández todavía estaba en activo como portero del Balonmano Aragón. «Había menos medios. Ahora tenemos unas instalaciones inmejorables. Se ha conseguido que todo el colegio sea para nosotros. Es nuestra semana y podemos aprovecharlo y metemos más niños», concluye Pablo Hernández.