Apenas tiene 17 años pero ya es toda una figura internacional del patinaje. Campeona de Europa en 300 metros contrarreloj y en los 500 por equipos júnior, tercera en 200 metros contrarreloj y con experiencia ya en un Mundial y en unos Juegos Olímpicos de la Juventud, esta patinadora aragonesa, del club 2Mil6, ya no es solo una promesa. Langa recoge el legado de Sheila Herrero, su amiga, su maestra y, junto a su entenador, su espejo. A ella acude cuando trata de recordar cuántas medallas tiene ya en su poder desde que, allá por el 2011, conquistó su primer campeonato de España con apenas 10 años. «¿Sheila? No puede haber mejor espejo en el que mirarme. Yo tengo alrededor de medio centenar de medallas, pero ella lo logró todo. Será difícil que vuelva a haber alguien que pueda seguir sus pasos», admite.

En ello está Nerea, que jamás olvidará el 2018, escenario de sus dos oros y otros tantos bronces en aquel Europeo júnior de Bélgica. Aunque su historia de amor con los patines comenzó antes. Mucho antes. «Fue en Navidad. Yo tenía 3 años y tuve un regalo muy especial: unos patines. Mis padres me apuntaron a clases de patinaje en el colegio Hispanidad como actividad extraescolar y así empezó todo». A Nerea no se le daba mal. Nada mal. Así que no tardó en recibir la primera sugerencia por parte del monitor. «Me dijo que probara en La Bozada. Lo hice y hasta ahora».

Desde entonces, la zaragozana no se separa de sus patines. Ni de unos sueños que sigue cumpliendo y alimentando. Entre tanto, disciplina, viajes, entrenamiento y numerosas experiencias. «Me han pasado muchas cosas. Cuando me dijeron que tenía que cruzar el océano por primera vez para ir a Buenos Aires, fue algo extraordinario. Jamás había salido de Europa, pero fue una gran vivencia. Además, nos acogieron muy bien y eso lo hizo todo más fácil».

Nerea no ha parado. Así lo pregona su extensa hoja de servicios sin ni siquiera haber alcanzado la mayoría de edad. Uno de sus últimos logros, sin embargo, se ha convertido en algo así como una espina clavada. Nerea rozó la medalla en los Juegos de la Juventud celebrados el año pasado. «Se me escapó el tercer puesto por menos de una milésima. Sé que tengo que estar contenta por eso, pero quiero más», advierte, consciente de que, a su corta edad, ya es la referencia aragonesa en este deporte. «Creo que lo soy, pero, por supuesto, salvando las distancias con Sheila Herrero. Palabras mayores», insiste.

El espejo

Su relación comenzó hace tiempo, «cuando iba a patinar a La Bozada», recuerda Nerea. «La veía y se acercaba a verme patinar y a hablar conmigo. Me ayuda muchísimo». Pero hay una instrucción de Sheila que a Nerea le marcó bien pronto. «Me decía siempre que saliera a disfrutar y me dejara los nervios en casa para crecerme en la pista. Me insistía en que debía creerme superior al resto y, aunque me cuesta, creo que lo hago», sostiene la joven patinadora aragonesa.

Pero esta futura estudiante de Arquitectura mantiene los pies bien pegados al suelo. Admite estar «algo agobiada» por culpa de los exámenes de 2º de Bachillerato, pero cuenta con una baza infalible. «En casa todos me han apoyado mucho. La realidad es que antes no notaba mucho los cambios que el patinaje provocaba en mi vida, pero ahora sí es algo más complejo compaginar el entrenamiento con los estudios. Porque cuando hay competición entreno casi todos los días y luego se me hacen las tantas estudiando», expone.

Quizá por todo ese respaldo, Nerea no echa de menos cosas que su círculo de amistades sí puede hacer y que a ella le resulta más complicado. «Sé que tengo que renunciar a cosas porque tengo competición y lo hago gustosa. Por ejemplo, ahora mis amigos han empezado ya a celebrar los 18 años y no puedo estar en algunas de esas celebraciones, pero creo que vale la pena. No me arrepiento, en absoluto».

Su ritual no incluye manías «más allá de una concentración absoluta cuando voy a competir, una buena alimentación, dormir bien y llevar una vida saludable». Por eso, a Nerea no le gusta que le hablen mucho antes de patinar. Así logró su medalla más especial, «la que conseguí en mi primer Europeo cuando tenía 15 años» y continúa inmersa en un sueño del que no quiere despertar. «Mi sueño es que el patinaje sea olímpico y, personalmente, ser campeona del Mundo y poder acudir a unos Juegos. Ojalá se consiga todo eso», subraya esta deportista de alto rendimiento, que promete dejarlo todo en el empeño. «Soy una persona luchadora. Aquel hobbie ya forma parte de mi vida».

En ese objetivo, Nerea recibe ayuda de la DGA por el mérito adquirido cada año, pero no del Gobierno estatal. Además, si el viaje no es para participar con la selección en un Europeo o un Mundial, debe costearlo su familia. «Pero vale la pena». Su futuro va sobre ruedas.