Al Real Zaragoza se lo marca todo la clasificación, realidad indiscutible donde las haya. Puede refugiarse en las subjetivas sensaciones, puede hablar de la mejoría en este 2018, con ocho puntos de quince posibles, o también de la mayor fortaleza en casa, donde suma dos triunfos seguidos y siete puntos de nueve, pero la incuestionable realidad es que está a dos puntos del trágico descenso a Segunda B. Quizá a menos cuando esta noche salte a La Romareda para medirse al Lugo (20.30 horas), en función de lo que hagan antes la Cultural y el Nástic en sus respectivos partidos, pero en todo caso al borde del abismo, con la necesidad obligatoria de ganar a un conjunto gallego metido de lleno en la lucha por los playoffs, de los que ahora está fuera y que es uno de los mejores visitantes de la categoría, con 18 puntos y cinco triunfos en sus salidas.

Así que la necesidad del Zaragoza es absoluta. No quiere hablar Natxo mucho de finales y sí más de sensaciones, pero lo único que vale en el fútbol son los resultados. El cómo lograrlos es importante, claro, pero lo que de verdad suma es sellar victorias, ganar partidos, huir de esa zona de descenso a Segunda B que para el Zaragoza es un pasaporte hacia la desaparición porque sería muy difícil aguantar, por no decir imposible, a un club de más de 80 millones de deuda en la categoría de bronce.

Tiene pues mucho en juego el Zaragoza esta noche y se agarra a su mejoría como local, a esos dos triunfos sufridos y por la mínima ante Tenerife y Córdoba para seguir la senda y abandonar ese enorme lío en el que está metido. Es obvio que la salida del laberinto está en La Romareda, pero también que el Zaragoza de Natxo ni es regular ni consistente, le cuesta un mundo ganar y es poco fiable por su dinámica. Da la impresión de que tiene lo suficiente para lograr la permanencia en la categoría de plata, un mediocre objetivo a la espera de que el futuro del proyecto actual depare otra realidad, que eso está por ver. Sin embargo, de las sensaciones no se vive, solo de los marcadores, de las imprescindibles victorias. Sí, de ganar para huir.

Y el actual Zaragoza gana pocas veces, solo en siete partidos de las 25 citas ligueras disputadas. Hoy le toca cerrar la jornada 26, algo de lo que Natxo González asegura estar cansado. Lo cierto es que hace más de dos meses que su equipo no juega en el último lugar y, además, hacerlo el primero, el tercero o el penúltimo parece, y es, una cuestión menor. Lo que importa es jugar mejor que el enemigo y vencerle, algo que el equipo aragonés no logra muy a menudo.

MEJORÍA EN CASA

Se agarra Natxo y también el zaragocismo a esa mejoría en casa, a esas dos victorias seguidas ante la sufrida parroquia zaragocista. Si hoy suma la tercera igualará un registro que no logra el equipo aragonés desde septiembre del 2016. Para que luego digan que esta afición no tiene paciencia en esta triste Segunda... Ante el Alcorcón, eso sí, se derramó el vaso de la condescendencia y los más de 500 seguidores explotaron tras un tristísimo empate con muy mal fútbol. Se queja Natxo de que en Zaragoza siempre hay un pero, que nunca está todo bien. En Santo Domingo a lo único que hubo que agarrarse es a un empate triste de fútbol infame.

En esa coctelera juega hoy en La Romareda el Zaragoza, que no puede fallar y que tiene a su afición al borde de mostrar su enfado tras una temporada de infinita paciencia. No estarán hoy Zapater, sancionado, Grippo y Toquero, lesionados, ni muy probablemente Vinícius, baja de última hora con un proceso vírico, pero sí vuelve Guti, indiscutible en la medular. Delmás y Buff asoman en el once con Febas y Benito como damnificados.

El Lugo ya cayó en La Romareda esta temporada en Copa, pero superó a los zaragocistas en Liga en el Anxo Carro. Es un equipo con bastante pegada y poco nivel atrás, que muestra sus garras afiladas como visitante. En enero ha firmado a Chuli, que estuvo a punto de ser zaragocista no hace mucho, y a Jaime Romero, que lo fue durante dos años, dos futbolistas de nivel para intentar el asalto al ascenso directo o al menos al playoff. El equipo de Francisco es un duro visitante en caso de necesidad y el Zaragoza anda con urgencias, pero hace días que no se puede elegir el enemigo. Hay que ganar. Y huir.