Pau Gasol resolvió claramente a favor su particular duelo con Yao Ming. El partido, planteado como un pulso de estrellas de la NBA, cayó del lado del barcelonés, que concluyó ayer el partido con 21 puntos y 10 rebotes. Ming se quedó en 12 puntos y 8 rebotes. Tuvo que irse al banquillo antes de tiempo, eliminado por cinco faltas personales, y ofuscado por haber perdido las dos batallas, la individual, y la que realmente importaba, la del partido que España consiguió llevarse con toda solvencia (83-58). Pocas selecciones están en condiciones de lograr un triunfo por 25 puntos en su debut en unos Juegos, y eso es toda una garantía del enorme talento que atesora la selección española.

Fue un ejercicio de paciencia el que condujo a la selección de Mario Pesquera al triunfo, en presencia de la reina Sofía y los duques de Palma en las gradas. China es un equipo que lo tiene todo: altura, capacidad atlética, excelentes tiradores, un buen técnico (el estadounidense Del Harris, técnico ayudante de los Dallas Mavericks), y, además, una estrella: Yao Ming, un gigante de 2,26 metros. Sólo le falta un detalle, para ser realmente tremendamente peligroso: malicia. Sus jugadores son demasiado inocentes por ahora. A veces, bajan los brazos y pierden la concentración, y su defensa no es todo lo impermeable que debería.

Así que a base de insistir y de insistir, la selección consiguió acabar con la resistencia de su rival y arrasarla en el segundo tiempo, después de un primero muy duro, de desgaste, de muchos roces dentro de la zona, en el que Pau Gasol se llevó la peor parte. A los dos minutos, estaba ya en el banquillo, sangrando abundantemente por la nariz después de recibir un codazo de Yi Jianlian.

MUCHA AGRESIVIDAD China aguantó el paso, porque cuenta con buenos tiradores, con Yao Ming, un jugador muy difícil de parar cerca del aro, y porque es un equipo con mucha agresividad. Pero España siguió al pie de la letra el plan establecido para ganar y aprovechar el momento dulce de confianza que atraviesa.

Los hombres de Pesquera supieron desenvolverse en el partido con paciencia e inteligencia. Se dedicaron a desgastar a Ming, haciéndole correr, obligándole a recibir lejos del aro, desquiciándole con dobles marcajes. Y después esperaron que el triunfo cayera como fruta madura. Tras dos primeros cuartos muy igualados, la selección dio el golpe de gracia en el tercer cuarto. Rompió el partido con un parcial de 13-0, al que ya no pudo responder China.

A partir de ese instante, todo fue muy fácil. España se embaló y destripó el partido con la facilidad con la que un cuchillo penetra en la mantequilla: 12 puntos en el descanso (42.30), 18 al final del tercer cuarto (61-43), 26 en pleno desconcierto del equipo chino cuando el partido ya entraba en su recta final; 71-45. Había tanta diferencia entre unos y otros que Pesquera se permitió incluso el lujo de darle unos minutos de descanso a Gasol al final. Se lo merecía.