Dos genialidades de Leo Messi y otra de Philippe Coutinho en la segunda mitad derribaron el muro que el Alavés levantó ayer en el Camp Nou, donde los azulgranas iniciaron la defensa del título con una victoria convincente (3-0), pero algo corta a tenor de lo que se vio sobre el terreno de juego. Liderado por el astro argentino, el Barça dominó de principio a fin un partido al que, por momentos, pareció renunciar el Alavés. Agazapado atrás, el equipo de Abelardo Fernández intentaba salir tímidamente a la contra, pero el balón le duraba un suspiro y apenas era capaz de pasar de medio campo.

Solo logró acercarse con peligro una vez en todo el partido: en una rápida transición que Sobrino culminaba lanzándose en plancha y cabeceando a la derecha de la meta defendida por Ter Stegen. El resto fue un monólogo azulgrana. Falto de ritmo en ataque, al Barça le costaba fabricar fútbol en los primeros compases del choque, pero presionaba tras pérdida con efectividad y recuperaba el balón en pocos segundos cada vez que lo perdía.

El gol se resistía pese a las ocasiones. Y entonces apareció Messi, siempre Messi, para forzar una falta en la frontal y ejecutarla magistralmente con un disparo raso y colocado que pasaba por debajo de la barrera y engañaba a Pacheco. El crack de Rosario anotó el gol 6.000 en la historia del Barcelona -también marcó en su día el 5.000- y ponía a los azulgranas por fin por delante. Coutinho hizo el segundo internándose en el área y perfilándose para fusilar con la derecha y colocar el 2-0 a siete minutos para el final. Messi insistió sobre Pacheco hasta que hizo el tercero en la última jugada del partido.