Hay gestos que dicen mucho. Víctor tuvo uno ayer que irremediablemente supone un antes y un después en su trayectoria en el Zaragoza. Decidió no acudir a la comida de Navidad del club --tampoco lo hicieron sus colaboradores, Raúl Longhi y Manuel Lapuente--, un gesto que valoró muy positivamente la plantilla, enfrascada en el conflicto por las primas con la entidad, y lo hizo después de una conversación con el presidente del Real Zaragoza en la que tuvo que exponer una decisión con la que Soláns no estaba de acuerdo. De este modo, se acercó a los futbolistas, aunque sigue teniendo grietas en el vestuario, pero se alejó del club. Sólo el tiempo marcará las consecuencias de eso.

"Consideré que era lo más oportuno. No asistí, porque en este problema tengo que estar con los jugadores, aunque no sea lo más agradable", explicó el técnico, al que su asistencia en la comida le podría haber ocasionado una brecha difícil de reparar con los futbolistas. Víctor llamó por teléfono al presidente para explicarle su no presencia, una decisión que el presidente tampoco aceptó de demasiado buen grado. "Le expresé mis razones y él puso un punto de vista que es muy respetable", añadió, para después reconocer que el conflicto entre el club y los futbolistas le está situando en una posición muy incómoda y que su posicionamiento con la plantilla en la comida no implica que lo esté en un futuro en otras posibles medidas.

Día de autocrítica

Víctor comunicó su decisión a la plantilla durante la charla en el vestuario antes del entrenamiento. Esa conversación estuvo llena de autocrítica tras el mal partido ante el Athletic, algo que reconocieron públicamente los jugadores, que no tuvieron reparos en mostrar su preocupación por la mala racha de resultados, al mismo tiempo que el convencimiento en revertir la peligrosa situación actual. De eso mismo se habló en el vestuario en la poco más de media hora que Víctor tuvo de charla con los suyos. No fue un monólogo del técnico, que pidió a sus futbolistas que analizaran en voz alta el momento del equipo, que hicieran examen público para analizar los fallos.

Por ello, la charla no fue una bronca del técnico. No hizo falta, porque ellos mismos reconocieron los errores. Se admitió que faltó chispa, que se llegó tarde a los rechaces, que el rival estuvo más fresco, más metido, más concentrado y que no se puede hacer la guerra cada uno por su cuenta... Todo eso se dijo en la charla, en la que participaron varios futbolistas. Además, se habló de la necesidad de estar unidos como punto básico para salir adelante. Lo diría después Movilla en la sala de prensa: "En estas situaciones malas es cuando se ven los equipos y los jugadores. Hay que levantar el vuelo y para eso tenemos que ir de la mano". La misma que Víctor acercó a sus jugadores con su decisión.