Desde finales del pasado año, los responsables deportivos del FC Barcelona cuentan con Antoine Griezmann a la hora de trabajar en el diseño de la plantilla del primer equipo para la próxima temporada. El preacuerdo alcanzado con el jugador francés, que debía llegar al Camp Nou tras abonar la cláusula de rescisión (que a partir del 1 de julio pasa a ser de 100 millones de euros), les permitía abordar con cierto margen de seguridad el resto de operaciones de entradas y salidas en el mercado veraniego. Sin embargo, los gestos de Griezmann en los últimos días, oportunamente filtrados e interpretados por el entorno rojiblanco y por la prensa madrileña, han empezado a generar incertidumbre en el Camp Nou y a convocar el fantasma del último verano, cuando la planificación del curso 2017-18 quedó supeditada a la incorporación de Marco Verratti y al final quien acabó llegando fue Paulinho.

En cualquier caso, el fichaje de Griezmann ya ha adquirido estatus de culebrón; un largo serial de carácter melodramático que el pasado viernes dio un brusco giro argumental durante los actos de celebración de la conquista de la Europa League por parte del Atlético de Madrid, en los que la propia esposa del delantero francés, la vasca Erika Choperena, se unió con entusiasmo a los cánticos de "¡Griezmann, quédate!" entonados por la afición colchonera. Poco después, el programa radiofónico 'El Larguero' desveló que en la familia del jugador existe un cisma respecto a su futuro: mientras su mujer y su hermana apuestan por seguir en Madrid, sus padres y su hermano le aprietan para que cambie de aires y se traslade a Barcelona.

Reunión antes de la fiesta

A partir de ahí, la película va cambiando a cada hora en función del interlocutor. La Cadena Ser ha asegurado que antes de la citada celebración, Griezmann se reunió con el consejero delegado del Atleti, Miguel Ángel Gil Marín; el director deportivo, Andrea Berta, y el entrenador, Diego Pablo Simeone, y les comunicó su decisión de aceptar la última oferta de renovación, que le reportaría una importantísima subida salarial hasta llegar a los 25 millones de euros anuales (muy superior, por tanto, a los 15 millones al año que supuestamente le ofrece el Barça).

Una decisión que, en caso de estar efectivamente tomada, el futbolista no ha querido hacer pública. De ahí el descontento de una parte de la hinchada del Atlético, que el domingo le silbó por entender que su compromiso con el club rojiblanco es, como mínimo, dudoso. A instancias de Simeone, Diego Godín se dirigió a la grada para pedir que cesaran los abucheos. "Griezmann se va a quedar", les dijo a los aficionados. Pero el daño estaba hecho y el francés, dolido, no pudo reprimir las lágrimas (ah, y su hermano Theo publicó en Twitter una carita triste).

Tras ese episodio de desencuentro, el delantero ha querido hacer las paces con la afición y, en el último capítulo del serial emitido hasta la fecha, ha colgado en su cuenta de Instagram una foto en la que aparece besando el trofeo de la Europa League conseguido por el Atlético la semana pasada en Lyon. Pero, ¿es una muestra de amor a los colores o un gesto de despedida? Ni sus propios compañeros parecen tenerlo claro. Algunos, como Koke o Godín, le dieron al 'like'. Gabi, el capitán rojiblanco, fue más allá y le envió un mensaje: "Amigo, te doy las gracias por tu implicación y te quiero en mi equipo". Enigmáticamente, al cabo de unas horas, el mensaje de Gabi fue eliminado. El silencio de Griezmann sigue dejando todas las puertas abiertas.