Dos temporadas ha durado el sueño del Girona en Primera División. Concretamente 76 partidos, aunque el sueño de permanecer en la élite se esfumó en el 75, pues ayer ya nadie daba un solo euro porque la madre de todos los milagros apareciera al mismo tiempo en Balaídos y en Mendizorroza y saliera al rescate de los de Eusebio, que ya arrojaron la toalla y sacaron la bandera blanca en Montilivi tras perder 1-2 contra el Levante. Y aunque el Rayo se avanzó 0-2 en Vigo (acabó empatando), el Girona ni se inmutó en Vitoria. La ausencia de fe en la goleada fue prácticamente total y la Segunda A ya es un hecho irreversible. Un descenso tras ofrecer una imagen lamentable en el último partido.

Sin haber utilizado el comodín del cambio de entrenador, el Girona se presentó ayer en Vitoria con Eusebio Sacristán. El técnico sobrevivió a una racha de diez partidos sin ganar que tuvo un punto álgido en Montilivi ante el Huesca (0-2). También subsistió tras encadenar once jornadas sin ganar ante su afición, que en los dos últimos partidos en su estadio le ha dedicado dos sonoros abucheos. Y tampoco fue suficiente un 0 de 18 con derrotas seguidas ante rivales directos como el Villarreal, el Celta y el Valladolid para que Quique Cárcel o de la propiedad cortara la cabeza del técnico, que ayer hizo un once que ya no inspiraba ninguna garantía después que su gran referente y autor de más del 50% de goles del equipo, Cristhian Stuani, se quedara en Girona por lesión.

Sorpresas en el once titular

No estuvo el uruguayo, pero la gran apuesta del Girona para esta temporada, Seydou Doumbia, calentó banquillo y se vio superado por el jugador del Peralada Kevin Soni. No fue la única sorpresa en el once de Eusebio, que quiso despedirse con sus ideas y con su defensa de cuatro. En el 4-1-3-2 que dibujó el técnico, también jugó Planas, Muniesa en el medio centro y Choco Lozano en la banda derecha. El hondureño se lesionó y dejó su sitio precisamente a Doumbia. Sin embargo, más allá de un par de remates sin dirección de Portu, el Girona estuvo absolutamente nulo en ataque. El Alavés, en cambio, atacó más y mejor y encontró el premio en los últimos minutos de la primera parte gracias a un cañonazo de Wakaso que levantó los ánimos de Mendizorroza. El Girona continuó con la depresión. Ni siquiera fue un estímulo el gol del Rayo en Balaídos.

Necesitaba siete goles tras el descanso el Girona para evitar el descenso. No hubo nada que hacer. Eusebio sacó por fin a Patrick Roberts. Y el entrenador volvió a hacer un giro de 180 grados con el sistema, pasando de la defensa de cuatro a los tres centrales en su enésimo cambio de dirección sin rumbo. El Girona siguió perdido. Ni el segundo gol del Rayo fue solución. El Alavés continuó mandando en Mendizorroza hasta que Calleri puso el 2-0 que acentuó el pésimo partido de los rojiblancos, que solamente sacaron algo de orgullo en los últimos minutos, coincidiendo con el gol, absolutamente insuficiente, de Portu.