Es este un Tour extraño, con una etapa colocada en medio de las montañas, que solo sirvió para que Nairo Quintana se diera el leñazo del día. Fue como una jornada de entrenamiento con dorsal y para lucimiento de los velocistas franceses. Arnaud Démare, acusado sin demasiadas pruebas por André Greipel, fuera del Tour, de agarrarse subiendo hacia el Portet, triunfó en Pau por delante y por muy poco del esprínter del Cofidis Christophe Laporte.

La felicidad no es siempre completa. Y menos para el conjunto del Movistar. «Nairo tiene golpes por toda la parte izquierda del cuerpo y en un dedo de la mano que le impide cambiar de marcha», explicaba Eusebio Unzué, mánager de la escuadra, en la meta de Pau. Mal día para dañarse cuando todavía queda la esperanza, la que nunca debe perderse, de hacer algo importante, si no grande, en tres de las montañas con mayor glamur en la historia del Tour: Aspin, Tourmalet y Aubisque, en una jornada, hoy, calificada como la etapa reina del Tour. Son tres de las grandes cimas, de las más míticas de la historia de esta centenaria carrera.

Queda un día de Pirineos, solo uno, pero realmente pueden ocurrir cosas, aunque el cerrojo del Sky, con Geraint Thomas, jersey amarillo, y Chris Froome, el líder emérito, es tan férreo que, realmente, el aficionado pueda dudar de que se permitan movimientos espectaculares. Aquí todos corren sometidos a la tiranía del Sky. Son tantos y tan buenos que cualquiera de ellos es capaz de dejar a Thomas, si no a Froome, aunque no ande tan fino como el galés, perfectamente fresco a los pies del Aubisque.

¿QUEDAN FUERZAS? / ¿Atacará alguien desde lejos? ¿Quedan fuerzas? ¿Más allá de Alejandro Valverde, undécimo de la general, o de Dan Martin, noveno, pero inquieto, el Sky dejará libertad? Son unas cuantas las dudas por resolver en una única jornada, que puede resultar decisiva.

Y es que el conjunto británico es la guardia pretoriana de Thomas y Froome. Primero trabaja el británico Luke Rowe, el primero que se descuelga porque supuestamente es el menos ágil en las cumbres. Luego se relevan Michal Kwiatkowski, aunque no esté tan fino como el año pasado, Jonathan Castroviejo y Wout Poels y, al final, siempre les queda la perla de Edgar Bernal, quien da la sensación de que si fuese un hombre libre los dejaría a todos sentados, incluidos a los dos líderes por los que debe entregarse.

Aspin, Tourmalet y Aubisque, tres montes grandes, tres monumentos pirenaicos, historia viva de esta carrera desde que se afrontaron por primera vez en 1910 cuando el primero en coronarlos, luego vencedor en París y más tarde piloto abatido en la Primera Guerra Mundial, Octave Lapize, les dijo a los creadores del Tour: «¡Son ustedes unos asesinos!».

Hoy, desde la cima del Aubisque a la meta de Laruns hay 20 kilómetros de descenso; todo o nada. «Es nuestra última oportunidad de dar la vuelta a la carrera», hablaba Mikel Landa en Pau y exterioriza confianza en sí mismo. En el Portet, el miércoles, se sentía bien. Al inicio sabía que debía estar tranquilo porque había atacado Quintana, pero, al final, de repente, se encontró vacío. Hoy espera que la fuerza lo acompañe por el Tourmalet y el Aubisque. «Habrá que intentar mover la carrera de lejos porque llegando al final con ellos hay pocas opciones. Estoy animado y con ganas, pero cansado, como todos», dijo en meta. Hoy es la última oportunidad si quieren evitar el triunfo del Sky.