El chileno Marcelo Salas, estrella de River Plate en los años 90, auguró: «El que pierda cargará una cruz de por vida». Y, por primera vez los de Boca Juniors, enemigos íntimos y rivales de toda la vida, le dieron la razón. El estadio Monumental, de cara al río de la Plata, será la salvación de uno y el Gólgota de otro. La gloria y el fracaso no se comparte aunque la final de la Copa Libertadores de América se dirima en los 30 minutos suplementarios, por penales o arrojando la moneda al aire. Otra vez Argentina tendrá los ojos puestos en este choque que va más allá del fútbol. A las 17 horas (21 horas en España, canal #0 de Movistar+).

La ida terminó en 2-2 y con las emociones contenidas. River tiene la posibilidad de definir en casa esta final tan inesperada y atrapante. Su entrenador Marcelo Gallardo, suspendido por la federación, pierde una pieza vital por acumulación de tarjetas: el colombiano Rafael Santos Borré que ofrece profundidad en el ataque y la cobertura de espacios por el lateral derecho. El entrenador, que tampoco podrá estar en el banquillo, debe definir quién acompañará a Pity Martínez y Lucas Pratto en la tarea de abrir el cerrojo que diseñarán los visitantes.

Guillermo Barros Schelloto, el míster azul y oro, también tiene sus dudas. ¿Incluirá a Cristian Pavón, lesionado durante el primer encuentro, o jugará con dos nueves, Darío Benedetto y Wanchope Ábila? Más allá de los nombres, cada uno tratará de hacer lo que mejor conocen. Los locales, aprovechar espacios, imponer su toque, descubrir los puntos débiles del rival. Y Boca, esperar y golpear.

El jueves, Boca realizó su último entrenamiento a puertas abiertas. La Bombonera se pobló de hinchas que no dejaron de alentar y lanzar exigencias. «Jugadores, jugadores, no se lo decimos más, la Copa Libertadores, de la Boca no se va». El temor a que la gran fiesta derive en otra cosa está siempre latente. Aunque el partido se disputará sin hinchas visitantes, River pidió a su propio público que esté a la altura.