Fútbol e fútbol, e gol e gol". Ningún día como hoy, en el que el balompié se une transversalmente para recordar la revolucionaria figura de Vujadin Boskov, tendría más vigencia la más mítica de las frases míticas del exentrenador del Real Zaragoza, fallecido ayer en Génova. Boskov fue un pionero, un adelantado a su época, un maestro de una forma de entender este deporte bella, alrededor de la pelota, seductora y novísima en los métodos y el concepto. Aquellos eran otros tiempos y otras gentes. La de hoy es una etapa desgraciadamente distinta, de nula innovación. Una etapa fea, de resignación y padecimiento continuo, de plantillas de muy bajo fuste, para el olvido, no para el recuerdo, de errores inverosímiles, de fallos clamorosos, de campos de Segunda y de algunos jugadores que si no los conociéramos, pensaríamos que se calzan las botas al revés.

El Real Zaragoza se marchó de vacío de Gerona perdiendo cuando mereció ganar, de igual manera que la semana pasada había derrotado al Jaén sin merecer más que el empate. Fútbol e fútbol. En Montilivi el equipo no sumó la victoria porque su delantero centro es Roger Martí. No hay mejor manera de referirse a las profundas carencias de la plantilla que con esa afirmación. Roger corre mucho, se esfuerza, se pone de gol con habilidad, ocupa los espacios de los delanteros con destreza, pero en sus piernas tiene pistolas de fogueo. Necesita cuatro, cinco, seis ocasiones estruendosas para marcar.

No sin méritos, que entre los que hay es el que más ha hecho, el punta se ha ganado la titularidad con justicia. Esa, justamente también, es la cruz del Zaragoza. Que su hombre gol sea Roger, protagonista de tres fallos para la videoteca de los horrores en Montilivi, autor de nueve tantos en 32 partidos, uno cada 258 minutos. Gol e gol. Y Roger no tiene gol.