En Segunda División, o Liga Adelante, es más probable que alguien encuentre una mina de diamantes bajo su asiento en la grada que un gol de la factura del de Pedro al Betis. La habilidad, velocidad y calidad del jugador para batir a Adan se gesta en cuatro movimientos de perfecta armonía. Es, sin duda, una obra de arte en la ejecución global. La belleza se empieza a distinguir en la asistencia profunda y precisa de Dorca al desmarque de su compañero por el costado derecho, pero es Pedro quien desenvuelve el regalo con extrema delicadeza.

1. El extremo gana el espacio concedido por un despiste defensivo de la defensa bética, que se deja a su espalda unos apetitosos metros. La inteligencia de Pedro se dispara sin excesivo esfuerzo frente a un horizonte tan despejado. Activa el turbo y se posa en la frontal del área con dos rivales aproximándose.

2. La recepción del balón, muy caído del cielo, abre la primera puerta. La amortiguación se acompaña de orientación en carrera, un doble ejercicio nada sencillo que prohíbe el más mínimo error de cálculo. El futbolista dota al control de una estética extrema, pero sin perder un gramo de verticalidad, que resulta fundamental.

3. Ya con los dos adversarios muy encima, mezcla al cóctel, sin bajar el pie del acelerador ni de vista la portería, un gesto clave para hacerse con el territorio definitivo. Un ligero toque con la rodilla conduce el balón hacia un nuevo espacio. El cambio de dirección con el esférico aún en el aire termina por desarmar a sus persegudiores, que pierden la brújula orientativa.

4. Como suma a sus perfectas decisiones anteriores, Pedro baja el telón con un potente y preciso lanzamiento zurdo no tan próximo y aún preñado de dificultad. El gol es magnífico. Su fabricación, excelsa. En este tanto confluyen en un fogonazo todos los ingredientes de la técnica suprema.