Existe el eterno debate sobre cómo se le puede meter mano a un equipo como el Barcelona estando en clara inferioridad en cuanto a plantilla y recursos y en un escenario tan imponente como el Camp Nou. Hay conjuntos que apuestan por encerrarse atrás y esperar un milagro. Otros, como el Huesca, pasan al ataque, son fieles a sí mismos y no renuncian a buscar la portería rival. Y también se necesita un milagro. Pero eso, ante los culés, se paga.

Repitió once Leo Franco, sin buscar alternativas como los cinco defensas o reforzando el centro del campo. El plan era ser el Huesca de siempre, jugar con alegría, verticalidad y combinaciones que permitieran llegar arriba. Es su personalidad, la que le ha llevado hasta aquí con todo merecimiento, pero no tocaba.

Y le salió a la perfección, pero solamente quince minutos. Huesca soñó y disfrutó, pero después se diluyó como un azucarillo cuando el Barça decidió que ya era suficiente y se puso a jugar. Y llegó el vendaval ante un conjunto aragonés vendido y merced a la calidad azulgrana y al suicida planteamiento. Fueron ocho, pero pudieron ser muchos más.

Longo y Cucho Hernández quedaron en muchas veces descolgados para buscar las contras, a Moi Gómez y Gallar no les alcanza el físico para ir arriba y ayudar a los laterales y el escalón posicional entre Melero y Musto no ayudó ante los peloteros que junta siempre el Barça por dentro. La defensa adelantada del arranque de la segunda mitad y la magia culé pusieron el resto y devolvieron a la realidad al Huesca.

Quizá era la más importante carta de presentación ante el mundo por jugar ante el Barcelona y al principio no pudo ser mejor. A los dos minutos el Cucho Hernández abrió muchas bocas de sorpresa al marcar el 0-1. Cumplió así su sueño de marcar en el Camp Nou tras una gran subida de Miramón que no remató de forma certera Longo. Ahí estaba el colombiano con la caña.

El Huesca tocaba, maduraba y dominaba al Barça. Le maniató, aunque suene extraño. La propuesta valiente se materializaba con posesión y sin sufrir lo más mínimo atrás. El primer atisbo de peligro de Suárez llegó dos minutos antes de que Messi se inventara un recorte que sentó a Luisinho y un tiro cruzado que besó el palo antes de tocar la red.

Hubo tiempo para unos instantes de ida y vuelta con llegadas de Rakitic, Messi, Cucho y Gallar, pero hasta ahí llegó el equipo altoaragonés. En una de tantas veces que los laterales culés sorprendieron a la espalda de los oscenses comenzó el ocaso, que acabó en eclipse total. Jordi Alba cedió atrás desde línea de fondo y Pulido marcó en propia.

Arrancó entonces el monólogo del Barça que encierra a sus rivales atrás y les esconde la pelota. Dembélé pegó una rosca en el larguero, Piqué casi sorprende a Werner desde la izquierda y Luis Suárez, en otra internada de Jordi Alba y tras el suspense por el VAR, lograba batir a placer a Werner. Demasiada pasividad.

El Huesca estaba desaparecido, pero dolido. Sacó la garra y Gallar aprovechó la excesiva calma de Piqué y Umtiti para marcar en el área pequeña, coger oxígeno y soñar en el segundo tiempo.

Vendaval sin solución / Un minuto tras el descanso tardó el Barça en bajar de la nube a los oscenses. Primero con una meritoria atajada de Werner a Messi que tocó el larguero y acto seguido con el enésimo pase al espacio y a la espalda de la defensa que definió con clase Dembélé.

Fueron los peores minutos del Huesca, que se rompió en mil pedazos. El equipo se estiró y adelantó las líneas, especialmente la defensiva. Y le hundieron. Suárez perdonó un mano a mano franco con Werner, pero Rakitic no falló con una bonita volea desde la diestra tras un envío de fantasía de Messi. Coutinho erró de nuevo, pero el astro argentino no. Set y una media hora larguísima todavía por delante.

Sacó Leo Franco a Semedo, le puso de central y pasó a Pulido al lateral diestro para intentar frenar al Barcelona, pero ni por esas. El carrusel de cambios y debuts en casa de Lenglet, Vidal y Arthur apaciguó el duelo hasta que a Messi le apeteció ponerle otro pase de genio a Jordi Alba, que batió al guardameta entre las piernas en un mano a mano más. Ya en el descuento, Suárez culminó el choque tras un claro penalti de Werner.

El Huesca soñó hasta que el Barça espabiló. El resto es cosa de jugones, que con espacios crean magia. Aún así, el arranque fuera de casa es más que positivo para un Huesca que sabe que la Liga es una carrera de fondo. Que no duela el golpetazo a la osadía oscense.