Zaragoza estalló ayer noche de alegría. Y la plaza de España fue, como siempre, el principal escenario del baño de gloria en el que participaron miles de personas. Una fiesta cuya alegría salpicó el centro de una ciudad que enarboló la bandera del zaragocismo y rindió justos honores a su gran campeón.

Los pitidos de los coches anunciaban alto y claro la noticia. Y todos acudieron al reclamo desde distintos puntos de la ciudad. Un cuarto de hora después del final de la prórroga la plaza de España ya era un hervidero y la buena temperatura permitió hacer del chapuzón en su fuente una práctica llevadera. Deseada para muchos.

Grandes y pequeños disfrutaron de la diversión. Y también ciudadanos de aquí y de allí. Con faldas y a lo loco, el escocés Tony McKlean revolucionó la noche. "Me encanta el Celtic de Glasgow pero el Zaragoza es mi pasión", reconocía en inglés. No importaba el idioma.

El fútbol los unía a todos. Como al argentino Jesús Legarreta, que no se cansó de corear el nombre de su compatriota Milito, o al japonés Hironori Ishii, que ha recorrido medio mundo movido por el deporte rey. "Ha sido precioso y me encanta el Zaragoza", decía. "Es un campeón". Y tampoco se quedó ajeno a la multicultural celebración Prince, presidente de la Asociación Nigeriana en Aragón, que estaba "feliz y emocionado" por la victoria del que ya considera su equipo.

Cada uno celebraba la fiesta a su estilo. Los hermanos Daniel y Josecho Simón realizaban auténticos largos por las turbias aguas de la plaza de España. Ignacio Carreras todavía no acababa de creérselo: "Ha sido increíble, precioso". Otros aguerridos seguidores se encaramaban a la fuente para intentar colgar la bandera de Aragón en lo más alto, mientras dedicaban metafóricos vítores alusivos a la valentía de la comunidad. Y, por ende, a la de su equipo.

LA BANDERA Consiguieron colgar la bandera, aclamados por los presentes, mucho antes de que los más rezagados llegaran hasta la plaza. La afluencia de aficionados era constante e imparable. Y nadie olvidó allí dedicar el trofeo recién conquistado, al unánime grito de "esta copica, para la pilarica". "Como se han portado", decía Gregorio Palos. "Yo sabía que iban a ganar", añadía Paula Alegre. Entonces, todos los sabían, pero cómo habían sufrido.

"¡Al bote, al bote, madridista el que no bote!". Con el zaragocismo y la afición empapada en gloria, los vítores inundaron la plaza. Y, claro, votaron todos.

También la noche barcelonesa vivió la alegría. Los seguidores del conjunto de la capital aragonesa bailaron y vibraron en el Montjuïc con sus jugadores, con sus héroes, con Milito. "¿No decían que tenía una rodilla estropeada? ¡Pues menos mal! ¡Milito, Milito!", decía uno de los aficionados.

Finalizado el partido, él, como muchos otros, seguía allí, con medio estadio vacío, como el palco. Nadie se movía. La música de ambiente impedía que se escuchasen los gritos de los que bien entrada esta noche de grandes emociones volvieron a Zaragoza, a Huesca y, por supuesto, a Teruel.

"Teruel también existe", se leía en la camiseta de un alborotado seguidor. Habían ganado. Y bien que se lo creyeron cuando miraron el marcador al final de la prórroga. En letras amarillas permanecía escrita la noticia: "Campeón de Copa: Zaragoza".