Los GPS más avanzados son algo asi como el ángel de la guarda del automovilista. Lo avisa cuando hay un atasco y hasta lo reconduce por vías secundarias a una carretera liberada de tráfico. A veces, se vuelve muy pesadito cuando se circula por una ruta llena de rotondas, algo habitual en Francia, y en vez de decir una sola vez "siga recto" va dando la paliza cada 400 metros. Pero al Tour, lo que se dice al Tour de Francia, no lo reconoce. Ni de coña.

Solo una vez, hará un par de rondas francesas, los últimos 50 kilómetros estaban cortados al tráfico y solo se permitía circular por delante del pelotón a los coches acreditados. Pero el satélite recibió la señal y, claro, el GPS avisaba de que ese tramo debía realizarse a pie hasta el destino con casi un día de caminata.

Por el carril-bici

Una vez, cuando llegaron los primeros GPS, los que todavía no estaban incorporados al coche, hubo un seguidor del Tour que al programarlo se equivocó y lo dejó preparado, feliz y contento, pero con un detalle equivocado; le dijo que iba en bicicleta y el aparato solo hacía que llevarlo por carriles-bici para su desesperación. Y no digamos, si alguien pilla un coche de alquiler cuyo anterior cliente, en plenas vacaciones, ha decidido eludir las autopistas para disfrutar del paisaje. El chisme no hará otra cosa que casi obligar al nuevo conductor a dejar la ruta de peaje por la primera salida.

¿Y qué ocurre si el GPS no reconoce la ruta del Tour? En ocasiones, como este lunes, la vía de escape más rápida para ir de Niza a Sisteron, casi en línea recta, significaba ahorrarte un centenar de kilómetros y más de una hora, a la vía alternativa que ha preparado la organización, generalmente pensando en los autocares de los equipos que por las dimensiones de los vehículos deben evitar sobre todo las carreteras secundarias. Pero cuando uno ya se siente feliz, cuando ha recorrido más de 50 kilómetros y ya se ve cerca de la deseada meta aparece el más cruel de los letreros: 'Tour de France: rute bloquée', cuya traducción no es necesaria pero que significa que debes buscarte la vida y con un poco de suerte, generalmente es así, se encontrará un acceso que permita al vehículo acreditado tomar el camino oficial, el que lleva a meta y que este año, por razones obvias, está casi desierto de gente, en muchas zonas. No es julio y hay pandemia.

A dar marcha atrás

En ocasiones, no hay suerte y por mucha placa que se lleve, y hasta por muy buena voluntad que pongan los gendarmes o los responsables de la circulación local, es imposible saltar por encima de una valla o superar un bloque de hormigón. No queda más remedio que dar marcha atrás, volver a realizar en sentido contrario los 50 kilómetros realizados, respirar profundo, no ponerse nervioso y pensar que de todas maneras siempre se llegará a la meta antes que los corredores.

Muchas personas preguntan a los periodistas que cubren el Tour si van detrás del pelotón, porque suele ser lo que cree la gente y lo que suele verse en las imágenes de televisión: un grupo de ciclistas y por detrás de él una caravana de coches. Pero son, asistencias de carrera, vehículos de equipo; el resto circula por delante. El Tour prepara rutas alternativas, coloca letreros de color naranaja fosforito que se descubren en la distancia y hasta ubica una especie de puerta ficticia que, en un momento determinado, permite a los vehículos acreditados incorporarse a la ruta de la carrera.

Que avisen a los satélites

Este año las costumbres de circulación se mantienen, por extraño que resulte un Tour, a partir de este martes ya en septiembre, y con severas medidas de seguridad sanitaria. La carrera no cambia en cuanto a diseño y fórmulas de trabajo. Las carreteras se cortan horas antes, incluso la jornada anterior, se prohíben los accesos a los pueblos, los vecinos, avisados, ya saben que ese día ni podrán moverse de casa y, a veces, ni acudir a su puesto de trabajo, centenares de gendarmes se apostan hasta en caminos de carro. Es el Tour y por ahí no pasa nadie. Pero, siempre, alguien se olvida de avisar a los satélites y los GPS con el Tour se encuentran más despistados que un pulpo en un garaje.