El fútbol de élite suele ser muy agradecido con el jugador. Le permite un estatus social y económico de privilegio en la mayoría de las ocasiones. En la misma medida, los olvida rápido, como el duende tras otorgar sus deseos se aleja tras una cortina de bruma marina, sin una segunda oportunidad para disfrutar de la gloria o del éxito. No es un precio elevado, pero el deporte, por fortuna, contiene un antídoto de emociones y sentimientos para prevenir que se borren algunas huellas. El Real Zaragoza despide hoy (el 30 de junio de forma oficial) a seis profesionales: Juanele, Pablo, Vellisca, Ferrón, Iñaki y Jesús. Mientras llega la hora del último partido, hay tiempo para agradecerles los servicios por su colaboración en la conquista de Copas, por su ayuda en el regreso a Primera División, por los buenos y los malos momentos. Sin ánimo discriminatorio, es cierto que tres de ellos se merecen algo más que el portazo de nuestra memoria, porque en ella residen imágenes suficientes para rendirles un breve homenaje. Los dos goles de Juanele en el 1-5 del Bernabéu, donde fueron titulares Pablo y Vellisca, o la Copa ganada en La Cartuja, con ellos también en la cresta de aquella ola andaluza, son instantes incrustados en la retina de los recuerdos más intensos y felices de una época de claroscuros. No hay lágrimas en esta despedida porque la vida las almacena para instantes de mayor trascendencia, pero, como siempre que alguien cercano se va, sus adioses dejan una muesca de complicidad en el corazón; puede que de cariño o de admiración. Gracias por venir, a todos.