A principios del siglo XX el deporte daba sus primeros pasos en Aragón. El Frontón Zaragozano en Miguel Servet se inauguró en 1895. Fue el primero en la capital, al que siguió el del Trinquete del Carmen en la avenida Hernán Cortés y el del Paseo de los Plátanos. Había un velódromo llamado Campos Elíseos en la entrada del Paseo de Sagasta y se celebraban concursos hípicos en el Paseo Ruiseñores. El boxeo fue un reclamo de la afición en los años veinte con Ignacio Ara siendo campeón de Europa.

El tenis cobró protagonismo desde 1914 con el Real Stadium Club de Tenis, ubicado en el Paseo de la Mina a orillas del Huerva. Allí compitieron los mejores tenistas de la época. Mientras tanto, se organizaban carreras en las Fiestas del Pilar, se fundaba la Federación Aragonesa de Atletismo en 1923, se celebraba el primer Campeonato de Aragón en la Sociedad Hípica y Dionisio Carreras se convertía en la primera estrella del deporte zaragozano al quedar noveno en el maratón de los Juegos de París del año 1924.

A primeros de la década de los veinte el fútbol era el deporte con más tirón popular. Había tres clubs principales, el Real Zaragoza Club Deportivo, que jugaba en el parque Bruil, el Iberia en el campo de Torrero y el Patria-Aragón, en el Arrabal. El deporte se va convirtiendo en un complemento importante del tiempo libre de los zaragozanos. «En los años veinte aparecen los primeros esbozos de organizaciones deportivas: en 1920 se funda la Sociedad de Pescadores de Zaragoza y el Club Ciclista Zaragozano, en 1921 la Asociación Aragonesa de Cultura Física y se crean más tarde el Club Ciclista Iberia, la Sociedad Deportiva Arenas y el Club Deportivo Exploradores», explica Eloy Fernández Clemente en el libro titulado ‘Centro Natación Helios-1925-2000’.

A principios de siglo aparecen las bañeras en las casas particulares. «Pero la gente también se bañaba en el lavadero de la ‘seña’ Benita en la calle Miguel Servet, que cobraba una perra gorda. Allí acudían los señoritos y es el antecedente de las piscinas», afirma Javier Barreiro en el mismo libro. En la margen izquierda no había calles, ni urbanizaciones. Eran todo huertas, las llamadas Balsas de Ebro Viejo. «Cruzar el Ebro salvo por el Puente de Piedra era una aventura facilitada por la barca del Tío Toni primero y por la pasarela después», explica Fernández Clemente. De esta manera se accedía al Arrabal y los andarines podían ir a Alfocea, El Castellar, Juslibol y Monzalbarba.

Es en este contexto cómo nace el Centro Natación Helios el 23 de julio de 1925. Se instaló muy cerca de la arboleda de Macanaz, en terreno municipal cedido en canon. «Un grupo de amantes de la naturaleza pasaba sus ratos en la arboleda de Macanaz. Entre ellos estaban Gregorio Martínez, Bautista Gil, Demetrio Laguna y Nicasio García», explica José María Turmo. Pero el líder era Leoncio Labay, apasionado de la naturaleza y la cultura física. Tenía un sueño, levantar un centro a orillas del Ebro. Junto a Gregorio Martínez y Bautista Gil se personó en el ayuntamiento para exponer sus proyectos y solicitar la faja de terreno en Macanaz. La instancia se cursó el 7 de julio de 1925. Nacía Helios.

El 23 de agosto se reunió en el domicilio de la Plaza de San Felipe la primera junta directiva. El presidente era Leoncio Labay y el vicepresidente, Esteban Pérez. En el artículo 2 del reglamento se especificó el objeto del centro. «Divulgar la cultura física e intelectual. Se instalará un solárium, una biblioteca naturalista, se organizarán conferencias, se cultivarán todos los deportes. Los socios podrán leer libros y tomar baños de sol siempre que guarden la debida compostura». Las mujeres tenían un lugar reservado, la cuota mínima era de tres pesetas y la máxima de cinco. El reglamento añadía que quedaba prohibida toda discusión política o religiosa.

De Zaragoza a Barcelona

El club se denominó Centro Naturista Helios. «Las primeras obras después de plantar los árboles fueron unas cocinas de adobe para hacer comidas al aire libre. Siguió la construcción de un solárium, consistente en un frágil paredón. Allí tomaban los socios sus baños de sol en amistosas tertulias. Con la instalación de un chalet terminó la primera etapa de Helios», explica Turmo.

Al poco tiempo Helios ya contaba con 200 socios de todos los segmentos sociales. «Había propietarios, ingenieros, médicos, industriales, obreros y estudiantes», afirma Turmo. Otra de las mejoras fue el germen de la gran afición por la natación en el club. Se construyó una plataforma de madera, con trampolín hasta la mitad del río, donde, a falta de piscina, permitía zambullirse en verano. Después se creó la sección de atletismo con el empuje de Alejandro Pérez, El Cartujano, que ganó el Nacional de maratón en 1933 y 1934 en Barcelona.

En 1930 Hidalgo y Aznar culminaron la travesía del Ebro en piragua, desde Helios al Mediterráneo, llegando a Barcelona. Gracias a proezas como esta, Helios alcanzó el medio millar de socios y se consideró el primer club deportivo fluvial de España.