Aseguraba Natxo González tras hincar la rodilla en Vallecas que esa derrota debía servir para crecer. Se refería el técnico a la necesaria corrección de errores, a la fortaleza de carácter para ponerse en pie tras besar la lona y a asimilar que nunca hay que dejar de aprender. Crecer para dejar de ser pequeño. Crecer en plena madurez. Crecer para llegar más alto. Para ser grande.

El Zaragoza que derrotó al Almería lo hizo desde el crecimiento. Un gigante que aplastó a un rival menor con tanta fuerza como la que había mostrado una semana antes el Rayo. La enjundia y entidad de ambos rivales tiene tan poco que ver como la estatura del Zaragoza en ambas contiendas. Si en Vallecas fue un equipo demasiado pequeño, ante el Almería elevó su fútbol a base de una excelente elección de la línea de presión tras pérdida, constantes ayudas, solidaridad e intensidad. Nada de eso apareció en la segunda parte del choque en Madrid, donde el Zaragoza y su técnico dieron un temeroso paso atrás con cambios de dibujo ya previstos siempre para contener y no para aparecer. Aquel Zaragoza fue el Almería de ayer. Un equipo demasiado pequeño. La medida justa para ser aplastado por un gigante. Moraleja: no se puede crecer desde el miedo.

Crecer. Esa es la palabra. Esa es la receta para tocar el cielo. Lo hizo Natxo impartiendo, como ya lo hiciera en el derbi, un recital de dirección desde el banquillo. Manejó los tiempos del partido a la perfección, cambió en el momento justo y reactivó a su equipo, casi siempre desde el rombo. Ni rastro de aquella inacción de Vallecas, donde fue un entrenador menor. Ayer volvió a estar a la altura.

De crecer sabe Lasure más que nadie. Su paciencia perseverancia, capacidad y regularidad le han convertido en un futbolista en mayúsculas. Su progresión no tiene techo y mejora en cada partido. Lasure es enorme porque supo esperar, apretar los dientes y el puño, no elevar la voz ni fruncir el ceño y bajar la cabeza. Un currante descomunal. Un profesional humilde en continuo proceso de aprendizaje. Un ejemplo.

Ya lo dijo ayer Borja. "La fortaleza de este equipo está en la gente que no juega". Haría bien Pombo en repetir la frase al despertar y antes de acostarse. Quizá así se percate de que no crecerá a base de caras largas y enfados de niño cada vez que es cambiado. Ayer, Natxo volvió a confiarle la titularidad pero el zaragozano agradeció el detalle con otro rostro serio como el que lució en el derbi, cuando no dejó de mascullar camino del banquillo. Pombo será tan bueno como él quiera ser pero debe aprender que ese camino no lleva a ninguna parte. Crecer es sumar, picar piedra y anteponer el interés general al personal. Crecer es no sucumbir ante la ansiedad y, sobre todo, saber escuchar. Crecer es lo que diferencia al grande del pequeño.