A Luis Ángel Maté todos lo conocen como ‘El Lince de Marbella’, andaluz, de la Costa del Sol, lugar en el que siempre reclama mejores carreteras para los cicloturistas, frente a la batalla de las autovías. Es de los ciclistas que se han especializado en fugas, en kilómetros y kilómetros de rodaje por delante del pelotón. Y si puede ser en compañía, como este jueves camino de Reims, por los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, pues mucho mejor. La recompensa de la victoria de etapa es un premio casi siempre imposible, y más en el Tour, pero son horas de atención, de publicidad, de sentirse cabeza de carrera, de recibir los aplausos de los miles de aficionados que desafían el mal tiempo y se sitúan en la cuneta.

El corredor andaluz del conjunto Cofidis ya se ha escapado dos veces en este Tour. Lo hizo en el estreno británico y lo ha vuelto a repetir este jueves, ante los ojos de François Hollande, el presidente de la República de Francia, que lo seguía, a rueda, como si fuera integrante de la fuga, en el coche oficial de Christian Prudhomme, el director del Tour. De salida se marchó Maté. Kilómetros y kilómetros, tranquilidad para eludir las caídas, las que se produjeron justo cuando el pelotón pasaba por el Chemin des Dames, testimonio de una de las batallas más sangrientas de la Gran Guerra, meses y meses de combate entre las tropas francesas y las alemanas. Y cuando Maté fue capturado, a apenas 10 kilómetros de la meta, fue un alemán, André Greipel quien gritó de rabia en la llegadaa de Reims tras batir a sus rivales en el esprint.

A Maté lo recompensaron con el premio de la combatividad, en un día en el que nunca apareció el sol pero sí la lluvia y las inevitables caídas que condenaron al abandono a Xabier Zandio, ciclista navarro del Sky, y Jesús Hernández, llamado a ser uno de los gregarios de Alberto Contador en los Alpes y los Pirineos. Bajas que se unen a la de Chris Froome. El Tour no perdona.