Al Real Zaragoza se le han fundido los pocos plomos que Javier Aguirre había logrado conectar. Y ha sucedido en una semana trágica que ha convertido el panorama a grises nubarrones, casi negros, con tres derrotas y con una cuesta bajo que es más que preocupante, porque el Vasco, que terminó su rueda de prensa ayer hablando solo, ha perdido el norte y no sabe cómo reactivar al equipo, lleno de fantasmas y dudas, y porque en el Calderón hasta faltó intensidad, se vio por momentos a un bloque apático, como asumiendo con naturalidad la derrota, que cayó con una justicia absoluta. Y es que el Zaragoza no es una joya en ataque, pero en defensa es una pesadilla, da igual que juegue con tres centrales o con el séptimo de caballería entero. El Atlético le hizo tres goles sin esfuerzo y en un flojo partido de los de Manzano, que no están para casi nada. Imagínense cómo está el Zaragoza...

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El caso es que el Atlético, que llevaba siete partidos oficiales sin ganar, hizo lo justo para hacerlo. No pudo tener mejor enemigo para curar alguno de sus males, aunque aún le queden muchos. En un clima de plebiscito, con la grada cantándole a Manzano que se fuera y recordando a Luis Aragonés o a Quique, y con un equipo lleno de nervios y angustias. Así ganó el Atlético al Zaragoza, que ha entrado de lleno en la UCI y que mira con el mismo pánico a la zona de descenso, con el pozo a un punto, que al calendario futuro, donde ante el Sporting es la primera gran final del curso y la victoria es imprescindible.

Rebuscó Aguirre en su pizarra un esquema con tres centrales y la apuesta no salió. Es verdad que implicaba acompañar a Postiga con Luis García en ese 3-5-2 para que diera la sensación de mayor presencia ofensiva en las salidas a la contra, pero ni solucionó la falta de fútbol en la medular, donde sumar el desorden de Zuculini es aumentar el caos, ni cerró las vías de agua hacia Roberto, porque el trío de centrales dejaron demasiados huecos, con Paredes empeorando en el eje su versión en el lateral. Y eso que parecía imposible... El partido también retrató a Juárez, Da Silva y Barrera, tres fijos para Aguirre, además de constatar el bajón de Luis García. La verdad es que muchas cosas han bajado en este equipo, hasta el nivel de acierto del técnico, que se ha metido en un laberinto de decisiones equivocadas.

DEMOLEDOR GOL El Atlético, lleno de nervios y con poco fútbol, se encontró con un gol en la primera vez que llegó a puerta. Da Silva hizo la estatua a centro de Arda Turan y Adrián cabeceó a placer. El peor de los guiones para el Zaragoza se cumplía. Si se trataba de esperar a la ansiedad del Atlético y aguantar el paso de los minutos, en el 18 ya se iba por detrás. Mal plan....

Hasta ese momento, el equipo, resbalones al margen, que los hubo de todos colores, se había asentado con cierto criterio, hasta con un disparo del carrilero Juárez --tampoco convenció--, pero el gol fue un mazazo. Convirtió al Zaragoza en una máquina de la precipitación y de perder balones, tarea en la que Ponzio y Zuculini sacaron nota, y el Atlético, sin tener que recurrir a un Falcao desesperado y deprimido, amplió su ventaja en una falta de Gabi que Godín acompañó para que Domínguez rematara a bocajarro. De la defensa y de las marcas en esa jugada no hubo noticias. Era la media hora y el partido ya se ponía imposible, aunque Postiga, de lo más salvable ayer, exigió a Courtois una buena parada.

El final de la primera parte solo contribuyó a aumentar la confusión y a constatar que Gabi y Paredes no eran demasiado amigos en La Romareda. Tras el descanso, Aguirre cambió el plan, algo obligado. Volvió al dibujo habitual, al 4-2-3-1, con Ponzio de lateral zurdo y las salidas de Lafita y Ruben Micael y no tardó en meter más chispa con Juan Carlos, incomprensible suplente. Al Zaragoza apenas le duró el efecto gaseosa, aunque mejoró. Muy poco, eso sí. Tuvo más el balón, Luis García envió una buena falta junto al palo y Juan Carlos inquietó por su velocidad. Pare usted de contar. Cada balón parado era peligro para el Zaragoza y el Atlético se encontró con el tercero, de Adrián a pase de Filipe, en una jugada donde Juárez demostró toda la blandura del mundo. Postiga hizo el tanto del honor tras un córner, Roberto evitó un par más y Falcao se empeño en fallarlo todo. No había partido entonces. Bueno, nunca lo hubo.