La desconfianza y la diferencia de intereses han dividido a los grupos que actúan en torno a la compraventa del Real Zaragoza. Los grandes grupos iniciales de uno y otro lado han ido dejando paso a pequeñas facciones, casi grupúsculos, que aspiran a comprar, vender o hacerse con un puesto haciendo valer sus propias condiciones mientras las hojas del calendario caen sin que el club cumpla con las obligaciones que estrangulan su futuro más inmediato.

Muy evidentes han sido esas discrepancias en el caso del grupo de empresarios aragoneses, que fue cambiando de número casi a diario, incluso una vez firmado el contrato de compra en una notaría madrileña. A la presentación del grupo ya no acudieron todos los que firmaron y por el camino se han ido quedando otros nombres. Hasta llegar a dos frentes bien definidos. De un lado, Javier Lasheras, Luis Gamón, portavoz del grupo, y Antonio Martínez, que han llegado para quedarse y están al mando en la negociación con Hacienda y con los dos principales grupos inversores que han querido hacerse con las acciones que ellos le compraron a Agapito Iglesias, el mexicano y el de Sheikh. Del otro, Mariano Casasnovas y los hermanos Zorita, que se ven fuera del club. El primero ya ha decidido marcharse por las amenazas recibidas, mientras que los segundos sopesaron tomar el mismo camino, en su caso por la desconfianza que les ha provocado lo que, a su juicio, ha sido un proceso en el que no se han sentido bien informados.

Todos ellos han admitido desde el primer momento ser intermediarios, incluso confesos comisionistas en algunos casos, y mientras el segundo grupo pretende vender y abandonar un proyecto al que en principio no pueden hacer frente económicamente, los primeros, Gamón, Lasheras y Martínez, prefieren quedarse con cargos ejecutivos --y remunerados--. Lasheras era el presidente designado desde el principio, mientras que Gamón podría ser director general.

Las disensiones han llegado incluso a las partes interesadas en recomprar el club. Kadir Sheikh estuvo ayer en Zaragoza junto a Nayim para negociar su desembarco en el club de manera directa, sin Javier Láinez, que fue quien propició su llegada a la negociación. El empresario de origen paquistaní prefiere tomar ahora el camino más recto hacia la compra de las acciones y no tener que desembolsar extras en ninguna dirección, mientras que en el caso de Láinez su discrepancia está en no querer aceptar bajo ningún concepto aquellas condiciones de la venta que implican un pago directo a Agapito, aunque al exdirectivo le gustaría formar parte del proyecto. En este caso, desacuerdos menores y nada definitivos.