Un lugar para estar" (the Place to be) reza en las matrículas del estado de Victoria. Y sí, los pilotos de F1 saben lo importante que es aparecer en la foto de Victoria (Melbourne). Entre la playa y el canal de regatas, entre el campo de golf y el carril bici, en mitad de los árboles con los rascacielos de la ciudad al fondo, discurre el trazado del Gran Premio de Australia (07.00 horas de mañana, TV-3 y Antena-3 TV), un GP cuyo ganador ha sido, al final, el campeón en 11 de los últimos 18 Mundiales. En el año de las incógnitas, Mercedes, Ferrari y Red Bull son favoritos. Mercedes parte con más números que nadie para alzarse con el triunfo. No sólo dispone de velocidad a una sola vuelta, sino que goza de un extraordinario ritmo de carrera como demostraron ayer en los ensayos libres.

Lewis Hamilton y Nico Rosberg fueron los únicos que bajaron del 1.34 minutos, seguidos de lejos por Sebastian Vettel --sí, el tetracampeón que tantos descartan de las porras-- y Fernando Alonso. El descubrimiento del fin de semana, sin embargo, ya no puede ser otro que Red Bull, que en el primer día de pruebas recorrió más kilómetros que en las 12 jornadas de pretemporada. "No sería justo no considerarnos favoritos", se quejó Vettel el jueves ante tanto comentario negativo. Adrian Newey ha apostado por un concepto arriesgado que puede proporcionarle réditos a largo plazo. La enorme capacidad de evolución de Milton Keynes en temporadas difíciles es la mejor garantía de que un coche rápido como ya es el RB10 puede convertirse pronto en un referente, por más que mañana se conformen con situar un coche entre los cinco primeros.

El rendimiento de las demás escuderías motorizadas por Mercedes, como Williams o Force India, albergan dudas a lo largo de todo el año, y la duda del paddock de Albert Park es saber si McLaren, que luce un coche desnudo de patrocinador importante, está con los grandes o, simplemente, con los medianos.

TEMOR AL ABANDONO En esa lucha por el podio, en el camino a pelear por el título, parece fijo Alonso. La robotización a la que obliga la restricción de gasolina, el uso del recuperador de energía ERS, le hacen temible con cualquier montura, más con un Ferrari que no impresiona por su velocidad, pero parece más fiable y cómodo de conducir que muchos de sus rivales.

Hay quien dice que mañana solo acabarán diez coches. Y, en ese sentido, hay que recordar el amanecer de los motores turbo en la F1 de los 70. Al principio, la convivencia de los motores atmosféricos y los turbo impidió que las debacles técnicas fueran más notorias, aunque los Renault sobrealimentados se marcaron tantos abandonos que fueron bautizados como las teteras amarillas por el color de la carrocería y lo humeante del motor cuando se retiraban.