Está el asunto casi para concluir que Víctor Muñoz ha dado bien pronto con el equipo que debe devolver al Real Zaragoza a su lugar natural. Han transcurrido solo diez jornadas, de las que habría que pasar por alto al menos las dos primeras, incluso tres --con jugadores que estaban por llegar, otros aterrizando, un buen puñado inhábiles...--, pero se puede hablar de un equipo formado, consistente, con las ideas claras sobre todo. Se diría que ese aspecto, el de la convicción sobre el campo, es el más valorado junto a su temperamento, bien distinto al de temporadas atrás. El Zaragoza es un equipo capaz de ir a cualquier guerra, lo que lo hace mejor en cualquier modo. Además, ha encontrado una disposición táctica conveniente a sus jugadores, en una especie de rueda en la que se han ido ajustando piezas tan importante como la coincidencia de dos delanteros de perfil similar.

¿Se puede hablar pues del once definitivo? No lo parece, pese a su aparente fiabilidad. Desde luego, hay alternativas que no han aparecido y que pueden servir para dar otro aire a un conjunto que, si bien ha sido capaz de alcanzar buenos resultados, puede seguir creciendo en otros aspectos, especialmente el futbolístico. Se echa en falta algo más de posesión, de fantasía, de esa capacidad que tienen los equipos grandes para manejar los partidos más opacos.

El Zaragoza, es cierto, se impone en el aspecto físico a una gran mayoría. Le falta, no obstante, mando en la medular. Lo ganaría, evidentemente, añadiendo jugadores de control y restando en otras zonas. Por ejemplo, retirando a un delantero (Willian José, por suponer), adelantando a Ruiz de Galarreta a la media punta y sumando gobierno en el centro con la entrada de Tierno junto a Dorca. El esquema pasaría a ser un 4-2-3-1, pero el triángulo central daría al Zaragoza más toque, otra alegría en el fútbol, condiciones diferentes al cabo. Es una opción que se podría utilizar para cubrir la ausencia puntual de algún punta o abrir defensas concretas.

Hay algunos intocables como Mario, Dorca o Bastón, y otros que parecen inamovibles como Cabrera, Galarreta, Eldin y Willian. Quedan, no obstante, estancias sin cliente fijo. Ya cayó Javi Álamo el pasado domingo, después de que Jaime Romero llamara a la puerta hasta derribarla. Fue el peso del fútbol el que sacó al capitán, tras demostrarse durante semanas que por ahí era por donde más cojeaba el once. A falta de que regrese Pedro al grupo --no hay que olvidar que para Víctor era titular indiscutible--, el exmadridista se ha ganado el sitio con más goles que fútbol, un aspecto que, desde luego, no es su especialidad.

EL LATERAL DERECHO

No solo en esa zona de la banda había dudas. También en el lateral, donde Fernández no acaba de dar un rendimiento alto. Espera su turno dispuesto Carlos Diogo, bien diferente al cordobés. No solo tiene mayor experiencia y agresividad, sino que se puede expresar con mayor naturalidad en ataque. Solía hacerlo. Falta confirmar que la realidad refleja lo mismo que la retina.

Hay más. Por ejemplo, Vallejo, titular hasta que se cayó por lesión y entró Rubén, que se ha agarrado a la zaga. El aragonés, una joya que puede marcar el próximo decenio, tiene sitio sin duda. Solo un matiz juega en su contra, la inexperiencia. Por lo demás, es más rápido, más listo y hasta más agresivo.

Queda la portería, en la que Whalley ha aplazado los debates iniciales. El zaragozano no ha dado motivos para el cambio, aunque Bono aprieta fuerte. El marroquí demuestra en cada entrenamiento que es un portero de garantías, para algunos mejor que el titular. En lo que no le podrá superar será en frialdad.