El Real Zaragoza tocó el cielo en el Bernabéu, donde firmó más de medio billete de permanencia con un triunfo sufrido, lleno de carácter y solidaridad, repleto de solidez atrás y de capacidad al contragolpe con Lafita, protagonista estelar, y Uche, y, sobre todo, rebosante de fe y de ganas. Son valores que adornan a un equipo que se ha sobrepuesto a mil y una adversidades en un curso, lleno de problemas por la pésima gestión de Agapito Iglesias, y que alcanzó su cénit al superar al Madrid en un duelo donde aprovechó las dudas blancas en el primer tiempo y supo sufrir en el tramo final, en una agonía alargada hasta el infinito por el árbitro y cuando el conjunto blanco quiso, pero no pudo.

El Zaragoza apretó los dientes, llamó a la diosa Fortuna, que esta vez sí contestó, y alzó los brazos, consciente de que el paso dado en el campo madridista es de un valor incalculable. No solo en lo numérico, sobre todo en lo moral. Con el espaldarazo anímico obtenido, este equipo no puede bajar, no merece bajar y no va a bajar, por mucho que el propio Aguirre y el vestuario apelaran a la prudencia tras la gesta.

Este Zaragoza, que se acostó a cuatro puntos del descenso a la espera de lo que hagan hoy Osasuna, que recibe al Valencia, y Málaga y Hércules, que juegan entre sí, aún tiene que remar para lograr la salvación, pero de un tiempo a esta parte, desde que Javier Aguirre hizo bloque y sumó voluntades en pos de una causa común, merece la permanencia por su fe y por su alma. Puede no tener demasiado fútbol, también le cuesta exhibir pegada, pero su esfuerzo y su espíritu son encomiables. Hasta ahora los había mostrado muchas veces en casa en este 2011 y muy poco a domicilio, donde completaba unos números terribles, con una sola victoria en 16 citas. Eligió el mejor momento para mejorar esa estadística. El segundo triunfo es uno más en esos datos, pero su valor es infinitamente mayor, es el pasaporte para que el Zaragoza siga en la elite. Las matemáticas hablan de cuatro puntos más y restan cuatro jornadas, empezando por la visita de Osasuna, una cita vital, quizá menos clave tras la victoria de ayer. Después, restará acudir a Anoeta, recibir al Espanyol y cerrar el curso en el campo del Levante. La orilla se ve cerca, muy cerca. Queda llegar...

PARA LA AFICIÓN Del valor del botín hablan, por ejemplo, que es la cuarta victoria zaragocista en el coliseo blanco en 57 visitas en Liga y que el Real Madrid, despistado por la Champions y por las polémicas de Mourinho, había firmado 14 triunfos en 16 encuentros en casa hasta ayer. El Zaragoza le hizo hincar la rodilla y decir adiós de forma definitiva al campeonato, aunque hace días que los blancos ya no veían posible ese título. Aun con todo, a la victoria zaragocista no se le puede restar ni un ápice de mérito, aprovechó que el momento era ideal para llegar al Bernabéu y su gesta estuvo labrada en un fenomenal trabajo defensivo, en el que Aguirre recurrió a una zaga de tres centrales, como tenía previsto desde el principio, después de tirar de la picaresca del engaño anunciando en la víspera que no iba a jugar con ese escudo.

El triunfo, por su valor y por la alegría que supone, merece ir dedicado para la afición. Para los 300 valientes que estuvieron en el Bernabéu y para todo el zaragocismo, que ha enarbolado la bandera y ha ayudado a un equipo que pareció muerto en noviembre y que se levantó. En el coliseo del Madrid terminó por gritar con fuerza que es de Primera.