Alfonso Monclús se sintió héroe por un día después de 9 horas, 57 minutos y 11 segundos de exigente carrera. El deportista del Club Triatlón Europa había cumplido uno de sus grandes sueños. Había terminado el legendario Ironman de Hawái. «La sensación de la llegada fue alucinante. Los 300 metros finales los hice andando. Entonces recordé los once años que llevo entrenando el triatlón. Era un pasillo lleno de banderas y al final un escenario», recuerda.

Pero sobre todo se acordó de Laia, su esposa. «Tengo que agradecerle lo que me aguanta. Tiene que padecer a los que nos dedicamos a esto. Estamos todos pirados y estoy muchas horas sin su compañía», reconoce. Después de correr ocho ironmans, al zaragozano le gustaría repetir la experiencia. «Mi pobre mujer se pensaba que ya dejaría de lado esta carrera. Pero seguiré entrenando para hacer el año que viene otro ironman. Me gustaría volver todos los años a Kona. Pero la empresa es cada vez más difícil, cada vez corre más gente y está más fuerte», explica.

Monclús conoció el triatlón hace once años. «Fue tras una cena. Me metió el gusanillo Manuel, mi hermano mayor. Disputé un triatlón esprint en Teruel y me lo pasé tan bien que me enganché», dice Monclús, que ahora tiene 43 años, trabaja en una óptica zaragozana y sus otros dos hermanos, Manuel y Nacho, también practican el triatlón.

Desde entonces Monclús ha disputado triatlones esprints, olímpicos y una veintena de media distancia. «De momento he disputado los ironmans de Mallorca, Barcelona, Niza, Klagenfurt (Austria) en dos ocasiones y Hamburgo. Fue en este donde me clasifiqué el pasado 29 de julio para correr en Hawái».

El zaragozano tiene claro qué es lo que hay que hacer para realizar un buen ironman. «Consiste en ir muy rápido, tener suerte en la carrera y que no te ocurra nada. En la natación no hay que tener problemas, que funcione perfectamente la bici y no pinches y cuidar la nutrición. Es en el maratón donde puede pasar de todo», afirma.

En Hawái cumplió su sueño. «Lo veía por la tele y me daba cuenta de lo complicado que era ir. El objetivo era disfrutar de cada momento y la carrera me salió muy bien. Era la 40ª edición y los americanos lo hicieron a lo grande». Partieron por delante el centenar de profesionales y los 2.000 restantes a la vez. «Salimos a las siete de la mañana. Es tan pequeño y estrecho el inicio que nos dimos puñetazos y patadas. Después lo pasé más entretenido hasta que se volvía a estrechar en la llegada. Fue mi peor parcial. Hice los 3.800 metros en una hora y ocho minutos».

Después llegaron los 180 kilómetros de bicicleta. «La clave es el viento. Soplaba mucho los días anteriores, pero aminoró en carrera. Había 1.400 metros de desnivel y lo corrí en 5.03 a 36 kilómetros por hora». Después llegó el momento decisivo del maratón. «Se convierte en un infierno. El reloj me señalaba 36 grados de temperatura y la humedad era superior al 80%. El peor momento es el llamado Energy Lab. Es allí, en el kilómetro 24, donde no pega el aire y hace más calor donde peor se pasa. Patrick Lange, el ganador, afirmó que nunca lo había pasado tan mal en su vida. Suelo entrenar a medio día, con temperaturas de 39 grados, pero allí el calor es diferente con una humedad agobiante», afirma. Pocos han sido los privilegiados en Aragón que han corrido en Hawái. «Están Javier Clavero, José Luis Díaz, Roberto Rasal y Ángel Santamaría. Este es el que más sabe de triatlón en España. Es amigo y le escucho todos los consejos. Cuando abre la boca es un libro abierto», reconoce.