El pasado fin de semana el valle de Benasque se convirtió en la capital de las carreras por montaña o trail running del país (en afán tan español por explicar las cosas en otro idioma). El Trail Aneto-Posets es la muestra evidente del gran auge que esta modalidad deportiva ha alcanzado, movilizando 3.500 corredores y el cartel de completo en todos los establecimientos del valle. Un hermano del mítico Trail del Mont Blanc, que celebra en tres días cinco carreras adaptadas a las capacidades y a los egos de los competidores.

La máxima expresión de la fiesta deportiva es el Gran Trail Aneto-Posets, que como reza el eslogan, es un recorrido infinito y así nos lo pareció... La prueba enlaza los refugios de los dos macizos, suma 105 kilómetros, 6.760 de desnivel positivo y un gran mapa que apenas puede contener por las dos caras todo el recorrido y, para nosotros, casi 29 horas de peregrinaje. Magnitudes que hace poco más de tres lustros asustaban a los montañeros y les exigían varios días cargando mochilones, se afrontan ahora con una ligera mochila y en apenas un día.

Muchos hablan de la banalización de la montaña o, por el contrario, de la glorificación del esfuerzo baldío, de dar excesiva importancia a algo que no vas más allá de la misma ejecución y que por tanto no supone nada más que lo que el protagonista crea que le aporta. Sin duda, las redes sociales son la yesca que ha ocasionado que los egos de los corredores se prendieran jaleados por los centenares de «me gusta» de sus perfiles y se aventurarán a afrontar estas aventuras. Materiales más asequibles gracias a las grandes cadenas deportivas, montañas más seguras, mejores accesos y refugios y grandes campeones españoles son otras de las muchas razones de esta explosión.

¿Y nuestro motivo? ¿Cuál fue? Posiblemente, el fallido intento de finalizar el año anterior o quizás el deseo de afrontar nuevos retos en los últimos estertores de nuestra vida deportiva, o buscar sentirnos vivos como el replicante de Blade Runner, aunque casi seguro que nuestra razón sea, como la de casi todos, el sentirnos héroes por un día... Y de esta manera la historia llega a nosotros, dos átomos del Gran Trail de este año, después de una semana previa de dudas, dolores parecidos por ensalmo, mal humor y nervios.

A allí estamos, a las doce de la noche de un viernes de julio en Benasque, cuando la mayoría disfruta de un merecido descanso y otros se preparan para estropear su salud de una manera bien distinta ingiriendo toda clase de destilados, rodeados de otros 348 modernos gladiadores con sus sandalias Salomon o Sportiva, sus espinilleras o medias compresivas, tridentes o bastones, mochila o coraza y casco o buff.

El ambiente es espectacular, la gente nos jalea y el emperador-animador lanza la cuenta atrás. La travesía por las calles de Benasque es uno de los momentos más emotivos, con los frontales ya encendidos, abrazados por un pasillo de gente a lo largo de la calle mayor hasta alcanzar la carretera. En el puente de San Jaime, varias antorchas jalonan el sendero, José María y yo volvemos a sentirnos gladiadores saliendo al anfiteatro donde nos espera la gloria, sin duda…

Camino hacia el, a esas horas, tétrico balneario de Benasque, comienza a llover. Un intenso chaparrón nos acompañará casi hasta la Renclusa previo paso por los Llanos donde sorprendentemente decenas de personas nos animan a pesar de lo avanzado de la noche y el molesto aguacero.

Y nos internamos en el oscuro Reino de Mordor (El señor de los anillos), el valle de Salenques, infestado de grandes bloques donde no dejas de apoyar manos en un camino dificultado por la humedad del terreno. Desde la atalaya del collado, los voluntarios allí apostados nos animan a girar nuestras miradas y no perdernos el hermoso amaneces entre las nubes. Nuestras paradas en los refugios de Cap de Llauset y Coronas son largas, comemos y bebemos como si no hubiera un mañana. ¡La cantidad de porquería que se llega a ingerir en una ultra! Geles, barritas, gominolas, chocolatinas, frutos secos, ibuprofenos, sales minerales, coca cola, además de caldo, sandwichs, pasta…

El meridiano

Una vez pasada la desolada Tuca de Estiba Freda y los minúsculos ibones de Anglios, llegamos tras casi 14 horas a Benasque, la primera parte del bucle. Es el momento más difícil, sabes que llevas solo la mitad de la carrera, es mediodía, ya estamos cansados y encima tenemos la propina de subir a Cerler. Todo corredor de ultras sabe que las carreras son un vaivén, pasas sin solución de continuidad de la euforia al desaliento. Cada uno de nosotros pasa por momentos malos a lo largo de la prueba, yo subiendo a Cerler, José María, al Ángel Orús. Hay que intentar gestionarlos y esperar pacientemente que lleguen mejores momentos.

El collado de la Forqueta, al atardecer, resulta uno de los escenarios más emotivos del recorrido. Una tajadura en un circo con varios picos de casi tres mil metros y el hermoso ibón de Llardaneta al fondo da paso a la cómoda bajada al refugio de Viadós donde nos caerá de nuevo la noche. Encender los frontales nos retrotrae al día de la marmota, mientras empezamos a pasar grupos de gente que se plantea incluso echar una cabezadita en Viadós. La subida al collado de Estós es larga y tendida. ¡Nunca parece llegar el final! Y allá arriba nos esperan los voluntarios, nuestro ángeles de la guardia en las atalayas de los collados, para proporcionarnos ánimos y agua. ¡Eterno agradecimiento a los verdaderos héroes!

Bajamos al refugio de Estós con los ánimos encendidos por avistar el final, corremos alados por la pista y la carretera, pasando corredores que nos miran sorprendidos. Llegamos a Benasque a las cinco de la mañana en olor de multidud, donde dos miembros de la organización, María José (la abnegada mujer de José María) y nuestro amigo José Ramón nos aguardan. Evitamos los abrazos a causa de la intensidad de nuestros olores corporales y nos felicitamos de haber acabado jurando no volver a repetirlo nunca más (es lo que se suele decir al acabar).

José María Pardo y el que escribe acabaron con tanta pena como gloria más allá del puesto cien, con 29 horas y a más de 12 del primer clasificado.