Belchite es ahora un pueblo fantasma, un núcleo abandonado desde que quedó devastado en la batalla de la guerra civil durante 1937. Se conserva como un recuerdo. Casas e iglesias en ruinas con los impactos de los bombardeos y de las balas por los estragos de la aviación republicana. Un total de 5.000 personas dejaron su vida tras 14 días de lucha. Penosamente está abandonado y urgen las ayudas institucionales para que esta joya arqueológica no termine por desaparecer.

Es en este pueblo fantasma donde el domingo se celebrará la XVI edición de la Olivera Extrema de Belchite. Esta prueba organizada por UNESCO Aragón Deporte y el ayuntamiento de la localidad zaragozana dará un empujoncito para que Belchite salga del olvido. «Fue una de las primeras pruebas que tuvo como escenario el desierto aragonés. Belchite siempre ha sido el epicentro de la carrera. Ha habido años que se ha ido hasta los 80 kilómetros en dos días. Era cuando no existía todo el boom de las carreras de montaña y cuando en el Pirineo no se organizaba casi nada. Teníamos más dinero, la promocionábamos en el Maratón de Barcelona y venía mucha gente de Cataluña», dice Jesús Arroyo, el director técnico de la prueba.

Recuerda cómo fue la primera edición. «Por aquel entonces el director de Deportes del Gobierno de Aragón era Pedro García Villamayor. Para contar con 75 personas en la primera edición hubo que recurrir al Olimpo». La primera edición contaba con una etapa en Valmadrid el sábado por la tarde y, al día siguiente, otra jornada pasaba por la Puebla de Albortón y acababa en Belchite. «Hubo ediciones que sumaban entre las dos etapas 80 kilómetros», indica.

La Extrema de Belchite llegó a contar con 600 participantes: «Los participantes corrían hasta a 42 grados. Era emocionante verlos en las últimas rectas. Pensaba que se moría alguno. Pero he llegado la conclusión de que a la gente no le gusta correr con calor y pagar 100 euros como era el caso de una prueba que se organizó durante dos años en Fraga».

Con tantos años dentro del calendario regional la prueba ha evolucionado. «Es una carrera emotiva. Ahora el objetivo es que los corredores que vengan disfruten de esta prueba donde se cuida mucho al participante. El Ayuntamiento de Belchite quiere que sea otro punto para promocionar el pueblo antiguo». Con el formato actual lleva tres años. «Junto al atractivo del pueblo se da a conocer el producto del aceite y la oliva. Hasta los trofeos son botes de olivas. En septiembre organizaremos un pollo en el pueblo y va unido a la Olivera Extrema».

El año pasado la prueba alcanzó los 180 participantes y el domingo espera llegar a los 150. Comenzará a las 10.00 horas y contará con 12 kilómetros de longitud. «Saldrá del pueblo viejo y se dirigirá al Pozo de los Chorros y al río Aguasvivas para que, tras el paso por unos barrancos estrechísimos, se suba para entrar por la calle principal del pueblo». Cuenta con un desnivel de 300 metros y la subida más dura está a mitad de recorrido.

La prueba contará con una veintena de voluntarios del pueblo. «Contamos con un charrín de lujo que es Celedonio García. Al finalizar la prueba ofreceremos cerveza y una almuerzo con chorizo y longaniza y habrá un avituallamiento en el kilómetro 6. Las inscripciones se pueden realizar hasta el domingo. Los dorsales se darán desde las ocho y media en el campo de fútbol». Uno de los grandes méritos es que siga viva con tanta oferta de pruebas de todo tipo de pelaje. «Se mantiene en una de las zonas más despobladas de Aragón, la comarca del Campo de Belchite. Aquí los participantes están unidos a la estepa y se quieren probar en un sitio diferente, un terreno que no es fácil», sentencia.