Será por Agapito, será por García Pitarch, será por dinero... Será por lo que sea, pero Paco Herrera sigue en pie. Ningún zaragocista de bien se habría creído a principio de temporada que el entrenador iba a aguantar el puesto, el tipo y hasta la sonrisa entrando en el último cuarto de la Liga con el equipo mucho más cerca del descenso a Segunda B que del ascenso directo. Este Zaragoza es así. Lo anormal es cuestión común desde hace años, así que se traga con otra situación inexplicable. No hay fútbol, no hay equipo, no hay un estilo. Hay más futbolistas odiados que queridos. Hay división, desengaño. Hasta desapego, que es peor. Se ve en las gradas, las más vacías desde que se construyó La Romareda (1957).

Se ve que el objetivo de la temporada se escapa por el sumidero porque ya se huele el final, pero ahí sigue Herrera, alegrándose de un empate en casa, felicitando a sus jugadores porque "han corrido y luchado mucho". Sonó a broma eso. No lo era, no. El que no se indignó, se partió, o se mondó. El Zaragoza no había podido con el Mallorca, un equipo con peor aspecto aún que el aragonés. Dejó de correr, por decirlo así, poco después del descanso. Pero hay que poner buena cara, vino a decir tras un partido que a ratos pareció de veteranos. Nada de intensidad, por ceñirlo a esta palabrita tan de moda en el fútbol.

Normal es también para Paco Herrera que la gente le cante todos los días que se marche a su casa. "Vete ya", le dicen. El primer día le afectó, eso contó, porque no lo había oído nunca. Ahora, ya se sabe, por uno me entra, por el otro me sale. "Hemos hecho todo para ganar", afirmó sin rubor. ¿Todo? Hay que admitirle que se sale del tono de crispación que envuelve al club desde hace años y se agradece. Bien es cierto que su sinceridad inicial ha ido dando paso a declaraciones indecorosas.

No hay por qué hablar, como hizo ayer, de seis canteranos integrados en el primer equipo, "muchos jugando de forma regular". Cualquiera puede comprobar que no es así. Solo hay uno que se puede considerar titular, Rico. Y otro que intervino en una parte puntual de la temporada como Tarsi, sacrificado posteriormente para dejarle espacio al gris Paglialunga. Gris oscuro. Hablar de Diego Suárez, Esnáider, Anton y compañía sería hacerlo de casi nada o nada. El mejor futbolista del filial, todo sea dicho, que es Adán Pérez, no cuenta. Tiene 25 años, así que si sube, ya no puede bajar.

Después de sumar 20 puntos de 45 posibles en casa, dice el entrenador que se puede ser optimista, que hay tiempo incluso para subir directamente. No se sabe por qué. Suena a eso de Manolo Jiménez de la pasada campaña, cuando sacudía en público y hablaba de sus cosas, de barcos y tal. Nadie entendía por qué había que creerle si su equipo era feo, plano y poco competitivo. Parecido a este, vamos. Fue último, por si alguien no se acuerda.

En fin, que el Zaragoza retoma su versión más indigna y Herrera cree que no hay debate porque hay tiempo y el equipo mejora con Cidoncha en casa. Otros que se partieron. Y sí, hay debate. Pero de lo que trata es de por qué no ha caído aún el técnico. De lo demás no hay nada que discutir. Solo basta con mirar la clasificación, que tampoco entiende por qué Paco Herrera sigue siendo entrenador del Zaragoza.