El pulso soterrado entre Jesús García Pitarch, con su grupo de colaboradores, empezando por Moisés García, secretario técnico, y Paco Herrera alcanzó en Huelva otra estación, la más evidente y notoria por la energía que destiló el entrenador para echar el guante a la dirección general. "Si no les gusta, que me echen. Si no están convencidos de mí, que me echen". La frase es demoledora y pone a la luz que el técnico asume que la confianza de Pitarch y de Moisés en su trabajo hace tiempo que no es absoluta. Al contrario. Solo la limitación económica le salvó del despido en noviembre y ahora vive de nuevo en el alambre, tras sumar dos puntos de 15 y con el horizonte el domingo del partido en casa ante el Mallorca, donde otra vez un descalabro puede ser su condena en forma de despido.

Ese puede aparece en la frase porque no se puede asegurar que la derrota provocaría su cese, pero sí que el partido es vital para el futuro del entrenador. Y del Zaragoza. Otra derrota, seis jornadas sin ganar, cada vez más lejos del ascenso directo --ya está a 11 puntos tras los triunfos de Deportivo y Eibar ayer-- y la tensión disparada... Demasiado caldo de cultivo. Eso sí, Herrera charló tras el encuentro en Huelva con los dirigentes zaragocistas y en ningún momento se le trasladó la precariedad de su situación, sino que el diálogo fue más por ese penalti de Abraham que dejó al equipo sin victoria. Además, tanto desde el entrenador como desde el club se quitó hierro ayer a esas palabras que sonaron a un órdago, pero que desde el Zaragoza se quieren hacer ver como una reacción más tras una victoria que se escapó.

DESDE EL COMIENZO La historia de desencuentros con la cúpula, o más bien con Pitarch y sus colaboradores, ya que Cuartero y Checa están en otra guerra, viene de lejos, desde el primer instante. Herrera llegó antes que el director general, lo que ya es una mala señal, y la planificación de fichajes viró para que el técnico tuviera muy escaso o nulo poder de decisión. Así, la llegada de Cidoncha y la frustrada de Túñez, una petición expresa, generaron las primeras dudas serias en el preparador catalán. Después vendría el cruce de declaraciones con Moisés sobre las soluciones de la plantilla, que ya puso de manifiesto que la sintonía entre Herrera y el secretario técnico no era buena.

Lo cierto es que el entrenador no ha conseguido un Zaragoza que funcione, un bloque con hechuras, y sí administra un equipo con poco fútbol y menos alma, un ejemplo claro de inconsistencia e irregularidad. La lista negra de bajas, las demandas de Movilla, Paredes y José Mari, la tardía solución a ese problema, la precariedad económica... Nada ha ayudado a cerrar esas grietas entre técnico y directiva, pero es que en las últimas semanas Herrera ya no se ha mordido la lengua. O no mucho.

"El ambiente no invita a nada y me cuesta mucho vivirlo. Cuesta superar que pasa esto, lo otro, que aparecen noticias un día sí y otro también, pero no se habla de fútbol". Ese lamento fue el que hizo Herrera hace tres semanas, tras el partido en Tenerife. Lo realizó tras una semana en la que intentó que Paredes volviera a estar en la citación, como en Lugo, y el club le dejó clara su postura de que él y Movilla, ahora despedidos, no podían jugar más. Después, la historia entre el técnico y el Jabalí tuvo otros recovecos, pero el caso es que intentó reconducir esa situación, porque Herrera sabe que su plantilla es muy corta, sin ningún éxito.

ANTICIPAR EL DESPIDO "Solo responderé cosas de fútbol, bastante basura estamos sacando ya hacia fuera", señaló solo tres días después del Heliodoro. Otra dardo claro. La semana pasada, con los despidos de Movilla y Paredes para enrarecer el ambiente, el técnico anticipó en la previa del choque en Huelva un posible ultimátum que desde el club no se le había comunicado ni insinuado. "Puede ser que me juegue el puesto", dijo Herrera, que sentía y confesaba que una derrota en el Colombino era su sentencia. No cayó y hasta pudo ganar el Zaragoza si Abraham no se hubiera empeñado en lo contrario. El punto tuvo ese sabor amargo, pero no dejó de sentirse una reacción tras los malos partidos anteriores. Aún así el técnico dio otro giro de tuerca, un grado más de tensión en un club donde si algo sobra es eso.