Curiosamente, Francesc Vilanova Bayo (17 de septiembre de 1969), Tito para los amigos, nunca pudo jugar en el Camp Nou. El hijo más ilustre de Bellcaire d'Empordà (Girona) completó el periodo de formación en La Masia antes de jugar dos años en el Barça B (1988-1990), donde conoció a Pep Guardiola, pero no logró atravesar la rampa que lleva del Miniestadi al templo azulgrana. Pero sí logró este hombre tranquilo, discreto, callado, lo que sueña todo culé. Dirigir al Barça. Pero por poco tiempo, demasiado poco (ni un año), debido a una terrible enfermedad.

Pero antes de sentarse en el banquillo del Camp Nou realizó una singular carrera como jugador tras abandonar el Mini sin pisar siquiera el césped del Camp Nou. Se marchó primero a Figueres (1990-1992), donde llegó incluso a disputar la promoción de ascenso a Primera División, pero no consiguió tan hermoso objetivo. Se fue a la otra punta de España, a Vigo, para conquistar a los aficionados del Celta con el fútbol sedoso y suave de un interior 'made in Barça' (1992-1995). Luego saltó a Badajoz, donde gozaron de su exquisita técnica durante una temporada (1995-1996), el mismo tiempo que pasó en Palma con el Mallorca (1996-1997). Después recaló en el Lleida (1997-1998) y el Elche (1998-2000), para acabar su carrera como futbolista, forzado por una lesión de rodilla, en el Gramenet (2000-2002).

Sabiduría futbolística

Allí donde fue, siempre destacó su discreción y su sabiduría futbolística. Era un estudioso del juego, un apasionado de la táctica, un curioso que se empapó de conocimientos de sus entrenadores, fueran famosos, de Segunda o de campos de césped artificial. Pero necesitó 15 años para recibir la nueva llamada de Guardiola. El de Santpedor acababa de ser nombrado entrenador del Barça B, entonces en Tercera División (2007-2008). Y Pep fue el primero en pensar en Tito, en su viejo amigo, que ejercía entonces de director técnico del Terrassa (también lo fue del Figueres) por su gran conocimiento de las categorías pequeñas del fútbol catalán. También había sido entrenador del Palafrugell, su única experiencia en un banquillo antes de mandar al Barça.

Ambos, Pep y Tito, Tito y Pep, iniciaron una apasionante aventura que comenzó con el ascenso a Segunda B del filial azulgrana antes de dar el gran salto al Camp Nou. De entrenador del Palafrugell a asistente de Guardiola en el Barça de Messi, Xavi, Puyol, Valdés, Iniesta... Los dos años que ellos jugaron juntos en el Barça B les permitieron tejer, con aquellas interminables noches en La Masia, una gran amistad que sobrevivió incluso a grandes turbulencias.

Cuando, cansado de la obra que habían levantado juntos en cuatro años inolvidables (2008-2012), Guardiola se fue a Nueva York, el club pensó en Tito. "Si te sientes capaz, si te sientes con energía y crees que lo harás funcionar, no lo dudes, es la oportunidad de tu vida. Si tienes dudas, plantéatelo porque el Barça es muy exigente". Este fue el consejo que su amigo y predecesor le dio cuando le comunicó que Andoni Zubizarreta, director deportivo azulgrana, le había propuesto entrenar al primer equipo.

Instrucciones a 6.200 kilómetros

Se quedó. La relación de amistad se tambaleó durante esa Liga, una ininterrumpida Liga, pues Tito también tuvo que viajar a la Gran Manzana, pero para tratarse de nuevo del cáncer. Pero incluso a 6.200 kilómetros de distancia, y con ayuda de Jordi Roura, supo pilotar al equipo, el Barça de la Liga de los 100 puntos, al Barça que liquidó al Madrid de José Mourinho, el técnico que le metió el dedo en el ojo cuando era segundo de Guardiola, el entrenador que tuvo que irse del Santiago Bernabéu porque no pudo resistir el fútbol de un chico de pueblo, como él mismo se definía.

Y cuando más estaba disfrutando de su oficio y se disponía a encarar su segunda temporada en el banquillo azulgrana, una segunda recaída le convenció de que su salud era más importante que dirigir al equipo del alma. Fue el 19 de julio del 2013. Dejó a sus jugadores en manos de Gerardo 'Tata' Martino' y guardó la pizarra para centrarse en su recuperación. Durante los últimos nueve meses no ha dejado de luchar, pero el cáncer no sabe de vocaciones ni de sueños. Y este viernes se lo ha llevado.