Ante los problemas derivados de las remodelaciones, muchos clubs han decidido cortar por lo sano . Así surgió, con motivo del Mundial-82, el nuevo Zorrilla, muy criticado por su localización, en mitad de un descampado del extrarradio. Aunque la buena accesibilidad para los vehículos juega a su favor, las bajas temperaturas lo han convertido en estadio de la pulmonía . A finales de esa década se inauguró en Santander El Sardinero, a 100 metros del antiguo campo. A día de hoy, los racinguistas admiten que "les sobra estadio".

Ya en los 90, otros clubs de Primera han cambiado de estadio, en algún caso por extrema necesidad. Era 1992, Barcelona se engalanó para los Juegos y se reconstruyó Montjuïc, estadio olímpico que se convertió en el nuevo hogar del Espanyol, tras derribar Sarriá acuciado por sus problemas económicos. Fue una solución de urgencia. Montjuïc es un estadio frío, tanto por las gélidas temperaturas como por la escasa afluencia de público. Pesa también el simbolismo de tener un campo propio, anhelo que se hará realidad en el 2006. Mientras todos tenían los ojos puestos en la Ciudad Condal, en San Sebastián se construyó Anoeta. La Real empezaba una nueva etapa lejos del deteriorado Atocha. En 1993 inauguró un estadio cómodo, accesible y con una excelente visión. La experiencia más reciente conduce a Mallorca. En 1999 se construyó Son Moix, estadio olímpico de propiedad municipal. Ante el mal estado del Sitjar, ni se planteó la remodelación.

El último en inclinarse por la opción desechada en Zaragoza ha sido el Valencia. La idea surgió hace cinco años y ahora se ha presentado la posibilidad de construirlo en suelo público. Ya se habla de un aforo de 70.000 espectadores, 15.000 más que en Mestalla, que estaría listo para los Mundiales de Atletismo del 2009.