Quince temporadas, 382 partidos y 641 goles después, Alberto Val ha puesto punto y final a su carrera como jugador profesional de balonmano. «Desde que lo anuncié han sido unos días de locura, no me esperaba tantísimo afecto», dice. No solo por la cantidad de partidos, de éxitos, de títulos cosechados. La huella del pívot de Casetas no la dejan sus 208 centímetros, que han sido el techo de la Asobal tantos años, sino su forma de ser y de estar, de compartir vestuario, penas y alegrías. Se despidió manteado por sus compañeros y ovacionado por el Palacio de los Deportes después de disputar su último partido, un Bada-Barcelona.

«Fue todo muy bonito, todo lo que me habían preparado, muchas sorpresas, muy emotivo. Fueron muchas sensaciones. El último partido de toda una vida dedicada al balonmano y con todo el reconocimiento de la gente, del club, de todos los compañeros, los aficionados en la grada, la gente que me ha parado por la calle estos días… Ha sido una pasada, indescriptible», indica. Y el hecho de que fuera contra el Barcelona, su primer equipo, fue una bendita casualidad. «Es que empiezo a trabajar el jueves de la semana que viene, así que iba a ser el último sí o sí. Y la casualidad hizo que fuera ante el Barça, el equipo con el que debuté en la Liga Asobal», explica.

Todo comenzó en Casetas, donde nació, donde sus familiares y amigos ya jugaban o habían jugado al balonmano. Pero su salto al profesionalismo fue de azulgrana. «Me fui con 14 años a Barcelona, era cadete de segundo año, y con 17 años me subieron con el primer equipo y jugué mis primeros minutos como profesional», rememora. Después un paso fugaz por Zaragoza y el aprendizaje con Manolo Laguna en Torrevieja. «Me vine, creo que era noviembre, a Zaragoza y jugaba algunos minutos, sobre todo en defensa, en ataque muy poquitos y luego ya en Torrevieja, los cuatro años que estuve, fue donde más progresé a nivel deportivo. A partir de ahí ya fue todo para arriba», indica.

En estos quince años Alberto Val ha vivido de todo. Lo bueno, lo malo y lo peor del balonmano. «Cuando empecé era la época aún dorada, con el Barça, el Portland, el Ciudad Real... En Torrevieja el presupuesto que teníamos entonces a día de hoy sería el segundo mayor presupuesto de la Asobal. Y era un equipo para no descender. Ha habido un cambio brutal. He vivido de todo, lo bueno y lo malo. Los impagos, equipos que desaparecían...», rememora.

También fue uno de las decenas de jugadores emigrantes. «Me fui un año a Rumanía porque era una muy buena oportunidad y estuvo muy bien, ganamos la Liga y la Copa y en la Champions hicimos muy buen papel. La verdad es que me salió un grandísimo año. A raíz de eso fiché por el Atlético, aunque luego pasó lo que pasó». Pasó que el Atlético de esa temporada no llegó a ver la luz. Después vivió otras dos etapas en Zaragoza y un año en el Naturhouse La Rioja antes de recalar en Huesca en el 2016.

Tantas vicisitudes le hicieron ser consciente de la realidad y, sobre todo, del futuro. «Del balonmano se puede vivir más o menos bien durante la vida de profesional pero en el momento que te retiras no somos ni futbolistas ni como otros deportistas. Tenemos sueldos muy normalitos y tienes que tener una salida, una preparación. Y cuanto antes empieces, mejor», señala. En su caso, los últimos tres años.

«Llega un momento que dices y cuando se acabe esto, qué. Y así pensando en varias opciones tenía un familiar y algún amigo que eran policías y dices, es un buen trabajo, con buenas condiciones, eres funcionario, trabajo para toda la vida. No me lo había planteado nunca hasta hace tres años. Me dije, por qué no, y he ido probando en varios sitios hasta que he conseguido aprobar en Binéfar. La semana que viene empiezo», indica.

En el Bada Huesca todo fueron facilidades. «Es para quitarse el sombrero. El gran trabajo que hacen sabiendo lo que son y lo que tienen. Si tienen diez se gastan ocho y lo otro se lo guardan por lo que pueda pasar. Y luego el trato humano, que es un club muy familiar, muy cercano, todo el mundo le pone muchísimas ganas. Y está creciendo una barbaridad. Sobre todo el tema de cantera, cada vez hay más chavales, más chicas jugando. Este año han subido a Primera Nacional. Y al final la base y el futuro de un equipo se tiene que basar en la cantera. Les auguro que en el futuro cada vez les va a ir mejor», asegura. Alberto Val se va «muy orgulloso de lo conseguido». En el balonmano queda la huella de un gigante.