Comenzó con el papeleo por rellenarlo, por si acaso y, nueve meses después, estaba eligiendo universidad en Estados Unidos. Laura Falceto, con 17 años, comenzó su sueño americano. Para que luego digan las malas lenguas que no existe.

Ahora cumple su tercer año en la Florida Gulf Coast University compaginando su beca de deportista jugando al tenis con los estudios de biotecnología con especialidad en química gracias a AGM Sports. Confiesa entre risas que le faltan horas al día, pero también lo contenta que está por haber dado este paso en su vida. Además, vive en un campus idílico con lago y playa, mucha naturaleza y palmeras, buen tiempo siempre y hasta se pueden alquilar canoas y barquitos de vela.

De todos modos, aunque tiene tiempo para relajarse, no olvida para lo que está allí y confiesa que «es difícil ser estudiante y deportista porque no tienes mucho tiempo y tienes que compaginar todo. Ya estoy acostumbrada porque llevo toda la vida sin parar. Aunque es duro lo voy sacando bien. Eso sí, a veces pienso que necesito un descanso», comenta.

El deporte lo lleva en la sangre. Hasta los 16 años compartía el tenis en el Real Zaragoza Club de Tenis con la natación con aletas. Además, en los dos destacaba enormemente y competía a nivel nacional. Cuando llegó a bachillerato hubo que elegir y se decantó por la raqueta. Sus padres la animaron a comenzar con el proceso para ir a Estados Unidos. Primero hizo el SAT, la selectividad americana, y luego el TOEFL, un nivel avanzado de inglés. «Fue pasando el tiempo, hablé con entrenadores de varias universidades y al final fue para adelante. Fue gradualmente y fui teniendo cada vez más ganas», cuenta. Tocaba cruzar el charco.

La adaptación

Como suele pasar al cambiar de país y de vida, al principio cuesta. Y más si tienes 17 años. Tanto que al principio Laura pensaba: «¿Dónde me he metido?». Eso sí, luego fue todo mucho más rodado. «Sacaba buenas notas en inglés e iba a una academia, pero llegas a Florida, con su acento americano, te habla todo el mundo rapidísimo y yo no entendía nada, asentía y me reía. En el primer semestre mejoré muchísimo, pero al principio cuesta mucho», explica.

La adaptación cada día iba mejor y los entrenamientos daban sus frutos. Eso sin olvidar los estudios, la base de la beca. En el primer año le dieron, como reconocimiento individual, y eso que en Estados Unidos no otorgan muchos, un premio por su rendimiento académico y la incluyeron en el All Freshman Team, la selección de mejores jugadoras de primer año.

Segunda familia

El momento más bonito llegó el año pasado. El grueso de la temporada se disputa durante la primavera, una universidad contra otra y por equipos de ocho jugadoras. El suyo, que compite en el equivalente a Primera División, nunca había ganado el título de la conferencia y a Laura le tocaba el último punto, el definitivo. «Fue muy bonito porque estaban todas mis compañeras viéndome y cuando gané vinieron todas a la pista a abrazarme. En Estados Unidos se vive mucho el deporte universitario y en equipo, es como una gran familia». El siguiente reto es ganar el Tournament, una competición que se les resiste porque un año cayeron en la final y, en este, en semifinales siendo las favoritas.

Además, no es casualidad el gran rendimiento del equipo de Laura Falceto, ya que entrenan seis días a la semana y tres horas repartidas en una de físico y dos de pista. Entre eso y que vive con tres de sus compañeras de equipo, ellas se han convertido en su segunda familia. «Viajamos juntas, entrenamos juntas y estoy todo el día con ellas. Desde que llegué me han ayudado muchísimo. Siendo que estás tan lejos de casa te ayuda que te acojan así y tener a gente en la que poder apoyarte cuando tienes días peores, porque tengo mis días de echar de menos España», asegura Laura.

Deportivamente ha mejorado en el saque y volea ya que allí se trabaja mucho. «Cuando llegué aquí era una pasabolas. Ahora aguanto bolas de fondo, pero cuando subo y tengo que acabar los puntos en la red me veo con confianza», recuerda.

También rememora el día de su cumpleaños porque tuvo un regalo algo desagradable: el huracán Irma. «Tras cenar por ahí para celebrarlo cogimos el coche a las 5 de la mañana y, tras pasar por Tampa, subimos no sé cuantas horas de carretera a Auburn (Alabama). Fue una aventura». Irma se fue, pero Laura, otro huracán, sigue en Florida cumpliendo su sueño.