El rey de los belgas observa el esprint en una pantalla gigante, instalada en la meta de Namur, mientras Eddy Merckx le susurra al oído parte de sus conocimientos ciclistas. Galopa el pelotón a más de 60 kilómetros por hora. La muchedumbre aplaude y grita, como los corredores. Se escuchan las sirenas de los coches que preceden a los ciclistas. Otra vez, como el domingo, el Fassa Bortolo se desespera porque no aparece Alessandro Petacchi allí donde tendría que estar. Vuela una bicicleta por los aires. Un cuerpo de corredor da tumbos por el suelo. Frenazos. Más frenazos. ¡Esto es el Tour!

Hasta Alberto II aplaude la valentía de Robbie McEwen. Ha ido en línea recta, agachando la cabeza, sin miedo, y hasta ha podido levantar los brazos. El australiano ha ganado porque ha sido el más valiente y unos metros más rápido que Thor Hushovd, el nuevo maillot amarillo, un noruego afincado en Cataluña. Hace cuatro años se instaló en Le Boulou. Comenzó a entrenar por el Vallespir y el Rosselló, pero enseguida se enamoró del Ampurdán.

ENTRENA POR FIGUERES Casi cada día atraviesa los alrededores de Figueras, unas veces hacia ese Mediterráneo que tanto le seduce y, otras, hacia el interior. Hoy cambiará su jersey de campeón de Noruega por el amarillo, a la espera de la primera etapa verdaderamente complicada.

Hoy puede ser un día de perros. Dos tramos de pavés, comunes a la clásica París-Roubaix, el famoso Infierno del Norte , y un muro, exclusivo de la Vuelta a Flandes, atemorizan al pelotón, sobre todo a los más inexpertos en este tipo de terreno, que son la mayoría, si se exceptúan a una docena de italianos, a los belgas, los holandeses, cuatro franceses y un sólo español, Juan Antonio Flecha. El resto teme que la jornada de hoy sea mucho más caótica que la de ayer, en que las caídas estuvieron en el orden del día. Pero al tratarse de un hecho habitual de cada año en las primeras etapas del Tour, casi se quita intensidad a que un puñado de ciclistas se fueran al suelo, incluido el esprint, y se produjeran algunos abandonos.

Hoy, el Tour dejará Bélgica definitivamente, en busca de ese pavés que no pisaba desde 1983. Sólo son dos tramos pero hay temor a quedarse descolgado, a una encerrona y, sobre todo, a caerse, la palabra prohibida del Tour.