La novedad pasó más bien desapercibida aunque hoy se sabe que entonces cambió para siempre la historia del Real Zaragoza. El equipo disputaba el partido de ida de las semifinales de la Copa de Ferias en el Stade Jules Georges de Lieja, al que llegó tras un interminable viaje. El entrenador, Antonio Ramallets, estaba más que cuestionado, tanto que fue despedido once días después, con Roque Olsen ya preparado para la temporada siguiente. En el carril del 8 se alternaban habitualmente Duca, Endériz y Sigi pero el 22 de abril de 1964 Ramallets optó por Eleuterio Santos. El exportero había alumbrado la delantera más magnífica del club: Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra.

El velódromo de Lieja, construido en 1919, derruido en 1995 y hoy convertido en unos cines, fue testigo accidental de una magnífica idea hace 55 años. Aquella fue la primera alineación de una delantera que aún hoy se repite de carrerilla aunque nunca se la haya visto jugar, la de mayor gloria del Real Zaragoza y que fue admirada en España y Europa. El invento quedó interrumpido por una lesión de Villa y fue implementado por Luis Belló, que se hizo cargo del banquillo y con el que el Real Zaragoza levantó sus primeros títulos dos meses después, la Copa y la Copa de Ferias.

El partido en cuestión fue tosco y duro. El RFC Lieja jugó a tirar el fuera de juego, algo poco habitual aún, y el Real Zaragoza cayó hasta nueve veces en esa infracción. Las crónicas de la época destacan que Cardoso, el portero ese día, evitó un desastre mayor con numerosas paradas. Al final, el equipo cayó por 1-0 con un gol de Wreiga de falta aprovechando que ni la barrera ni el portero estaban preparados, lo que debilitó aún más a Ramallets, y necesitó un partido de desempate tras ganar por 2-1 en La Romareda (2-0 en el definitivo). El Valencia le esperaba en una final a partido único en el Camp Nou. Pero esa es otra historia.

El 22 de abril de 1964 quedó pues como una fecha icónica en un momento en el que se estaba gestando el equipo más mítico de la historia del club. Los Magníficos estaban en plena ebullición después de una cocción lenta. En 1959 habían llegado al equipo Marcelino Martínez Cao y Carlos Lapetra, ambos sin coste alguno. Lo único que tuvo que abonar el club por el gallego fue un cigüeñal para el camión de su tío. En 1962 se incorporaron Juan Manuel Villa y Eleuterio Santos, por los que el Zaragoza pagó 500.000 y 1.200.000 pesetas, respectivamente. En 1963 fue el turno de Canario, que había formado con Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento en la final de la Copa de Europa que el Real Madrid ganó por 7-3 al Eintracht de Fráncfort. En total, el Real Zaragoza pagó menos de 2.000.000 de pesetas por los cinco jugadores que habían de darle la gloria.

Los resultados del equipo eran cada vez mejores. En 1961 el Zaragoza acabó tercero en la Liga. En 1962 tuvo a su único pichichi del campeonato, Seminario, y debutó en competiciones internacionales. En 1963 fue quinto en Liga y llegó a su primera final de Copa, que perdió 3-1 contra el Barcelona en el Camp Nou. La temporada 63-64 se presentaba, pues, con grandes expectativas, pero las cosas no iban según lo previsto, el equipo no despegaba. No obstante, algo estaba sucediendo sobre el césped que iba a trascender para siempre. Canario era un extremo de la vieja escuela que encaraba para poner buenos centros, Santos ponía el trabajo, Marcelino era un excelente rematador, Villa un virguero dentro del área y Lapetra la clase y el talento con su zurda de oro.

El último en entrar en el engranaje fue Santos, quien habitualmente sustituía a Villa arriba. El 22 de abril de 1964 Ramallets lo incluyó junto a los ya habituales Canario, Marcelino, Villa y Lapetra y posteriormente Luis Belló dio continuidad al invento. Una lesión de Villa hizo que los cinco no volvieran a coincidir sobre el césped hasta las semifinales de Copa. Santos se hizo indiscutible a partir de entonces y solo se perdió un encuentro, y no uno cualquiera, la final de la Copa de Ferias. No obstante, el fútbol que desplegaban pronto empezó a acaparar elogios. Los Siete Magníficos, la película de John Sturges de 1960, hizo que Juan José Navarro, corresponsal del diario Amanecer, bautizara a aquella delantera como los Cinco Magníficos, sobrenombre que no tardó en extenderse.

El propio Belló ya se había dirigido a sus jugadores como magníficos pero la denominación no llegó hasta el mes de septiembre, cuando Navarro tituló una crónica tras una victoria ante el Murcia: «Los Cinco Magníficos respondieron». Una denominación que aún hoy perdura aunque los mismos protagonistas insisten cada vez que se les pregunta en eliminar el cinco y referirse a aquel equipo irrepetible como Los Magníficos. Porque ver jugar a Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra era «una sinfonía», como lo definió Matías Prats, pero el reconocimiento ha de hacerse extensivo a Yarza, Cortizo, Santamaría, Reija, Isasi, Pepín, Violeta, Encontra, Irusquieta, Duca, Pais, Endériz, Cardoso... a todos los que contribuyeron a hacer inmortal al Real Zaragoza.

El feliz encuentro de la mítica delantera fue el empuje definitivo para que el club alcanzara sus primeros trofeos. Ese mismo 1964 el Zaragoza vivió quince días de gloria en los que ganó primero la Copa de Ferias el 24 de junio (con Duca en lugar de Santos en el once) y la Copa el 6 de julio, ya con la alineación que se recitaba de carrerilla. Por si fuera poco, el 21 de junio España había ganado la Eurocopa a la URSS con Lapetra y Marcelino como protagonistas. El gallego llegó directamente de su particular celebración a la final de la Copa de Ferias.

El Real Zaragoza disputó cuatro finales de Copa seguidas, de 1963 a 1966. «El presidente Waldo Marco había sido guardia personal de Franco y se saludaban en el palco. Al cuarto año, Franco se volvió a uno de sus ayudantes y le dijo, ‘aquí qué pasa, ¿que la final de Copa la juega siempre el Zaragoza y otro club?’», recuerda Juan Manuel Villa. Además, estuvo también en dos finales de la Copa de Ferias (1964 y 1966). Seis finales y tres títulos en cuatro años. Magníficos.