Martín Fiz siempre explica que para acobardar a sus rivales se presentaba a los maratones sin afeitar. Con la cara cubierta de vello, los rivales se le asustaban y así iba haciéndose un sitio en la élite del atletismo. Jan Ullrich, la verdad, también asusta, sobre todo cuando el jueves por la mañana aparece frente al morro del coche, en una calle de Lieja, como un cicloturista cualquiera.

Pero no. El corredor mal afeitado, con cara de pocos amigos, con la gorra hasta las cejas, como los antiguos ciclistas, que surge a pocos metros es el hombre que ya está aburrido de ser el eterno segundón de Lance Armstrong. Qué cosas maravillosas tiene el Tour. Un futbolista, un top ten del balón, jamás surgirá entrenando y dando patadas a la pelota en plena calle. Y allí está Ullrich, como si nada, esperando a su guardia de asalto: Botero, Zabel, Guerini, Nardello, Aldag, Klöden... los muchachos del T-Mobile, como este año se denomina al Telekom de toda la vida.

Cinco veces segundo

Ullrich ha sido cinco veces segundo en París. Y ya está harto. Por eso conviene no olvidar las palabras pronunciadas en Lieja por el alemán. "Estoy tan bien de forma como en 1997, el año en que gané el Tour. Es la primera vez, desde entonces, en que llego en mi peso ideal".

Sin duda, un aviso para navegantes, para asustar no sólo a Armstrong sino a otros aspirantes como Mayo, quien ayer, al menos, le ganó el primer asalto al líder del T-Mobile. Su conferencia de prensa estuvo más nutrida de periodistas y duró más que la del corredor alemán. Y, encima, la dio en el hotel, sin desplazarse hasta la Feria de Lieja, donde el Tour ha montado sus instalaciones provisionales.

Decían de Ullrich que estaba gordo y que se había descuidado. Nada de ello es cierto, salvo el detalle del mal afeitado. Hasta da la impresión de estar más feliz que en el 2003, cuando cumplió un año de penitencia, lejos del Telekom. Ahora ya ha cumplido su condena.

2002, un mal año

En el 2002, lesionado, sólo salía en los periódicos cuando destrozaba con su Porsche unas bicicletas aparcadas. O cuando daba positivo. El no lo niega. Hasta lo explica en su libro autobiográfico Todo o nada . "Tomé una pastilla de éxtasis en una discoteca. Pero lo hice en una fiesta, nunca para mejorar mi rendimiento", asegurá el ciclista germano. Cumplió sanción. Y encontró el perdón de Walter Godefroot, ciclista de los 70 y mánager general del T-Mobile.

Sólo le han prohibido que siga teniendo a Rudy Pevenage de director. Ambos se marcharon del Telekom. A Pevenage le niegan la entrada en el hotel. Pero Ullrich le quiere en el Tour. Desea que le aconseje todas las noches por teléfono. Por eso, Pevenage está en la carrera, aunque como comentarista de la cadena alemana ADR y no como técnico de Ullrich.