La Foz de Fago es un lugar de visita obligada, no solo por su gran belleza, sino también por su interés deportivo. Es una garganta-cañón muy bien excavada y con toda clase de alicientes como saltos, sifones y cascadas. Tiene un espectacular descenso si se elige bien la época. Los barranquistas conocen muy bien este lugar situado en la localidad altoaragonesa de Fago.

El pasado fin de semana la Federación Aragonesa de Espeleología tuvo la iniciativa de limpiar el barranco con un coche que estaba hace muchos años. «El año pasado y coincidiendo con el encuentro de Mayencos tuvimos la iniciativa de limpiar el barranco Costechal, que está encima de Escarrilla. Sacamos 1.300 kilos de basura. Desde la territorial el año 2004 ya se hizo una limpieza de la Foz de Fago. Sacamos lavadoras y neveras y allí ya estaba el coche. Entonces decidimos sacarlo más adelante», dice Ainhoa Ruiz, presidenta de la Federación Aragonesa de Espeleología.

La acción realizada el pasado sábado se llevó a cabo con 35 voluntarios deportistas practicantes el descenso de barrancos. La territorial contó con la colaboración de Ecoembes. «Es una fundación de empresas productoras de envases y parte de sus beneficios los dedican a la mejora del medio ambiente. Tiene un proyecto titulado Libera, en el que hacen dos o tres limpiezas al año», indica.

El pasado 15 de junio se realizaron limpiezas en muchos puntos de España. «El Ayuntamiento de Fago también se ha involucrado. Estuvimos los voluntarios en una casa rural dos días y el municipio nos proporcionó la comida. La asociación cultural del pueblo nos facilitó un camión pluma y colaboró la empresa Kordas, que vende cuerdas», indica Ruiz.

En el mismo barranco hay otro coche. «Será más difícil de sacar. Está en la vertical del barranco y está sujeto a una carrasca. Lo podríamos sacar el año que viene antes de que se caiga. Hay otros coches abandonados en pleno monte en el Chardal, que está en el valle de Gistain y en Revilla».

El tramo deportivo del barranco se sitúa entre Majones y Fago y la zona de curvas de la carretera coincide con el barranco. El trabajo previo de la Federación Aragonesa de Espeleología fue intenso, pero iban tan preparados que empezaron la labor a las diez de la mañana y a las tres de la tarde habían acabado. «Se buscaron las zonas de acceso, dónde se podía colocar el camión para instalar la tirolina, qué herramientas se tenían que utilizar, cómo se podían bajar los compañeros, cómo hacer en trocitos el coche», afirma Ruiz.

La tirolina tenía una longitud de 200 metros. «La tensamos con una cuerda guía e íbamos subiendo por ella los trocitos del coche. La cosa fue rapidita puesto que bajaron al barranco mecánicos, bomberos y trabajadores verticales que son espeleólogos y ellos saben desguazar el coche», dice.

El impacto sobre los barrancos aragoneses durante la época estival es grande, sobre todo en la Sierra de Guara. «Pero los barrancos están limpios y se conservan más o menos bien. Este tipo de actividades sirven para concienciar a la gente de que la naturaleza permanezca limpia porque es la casa de todos. Echar algo en un barranco no quiere decir que desaparezca. Significa que está en el barranco. Luego tendrá que venir otro a sacarlo. A los espeleólogos nos gusta encontrar barrancos con menos gente porque nos lo pasamos mejor», dice Ruiz.