--En sus cinco años como zaragocista vivió una de sus etapas más gloriosas del club.

--La verdad es que sí. Me costó salir del Athletic. Siempre había desarrollado mi vida deportiva en Bilbao y cuando sales de casa siempre lo haces con incertidumbre de lo que pueda pasar. Pero esos cinco años que pasé en Zaragoza fueron maravillosos.

--¿Por qué vino a Zaragoza?

--Yo tenía contrato con el Athletic y el club me había declarado intransferible. Había vuelto Javier Clemente y él tuvo una charla conmigo y me dijo que en un principio contaba con todos los jugadores de la plantilla, pero yo veía en la situación que me encontraba y justo esa temporada en agosto, el Zaragoza traspasa a Vizcaíno al Atlético de Madrid. Me llaman para ofrecerme la posibilidad y la verdad es que no me lo pienso.

--Y eso que su primera temporada fue la más complicada, jugándose la promoción contra el Murcia.

--El año se torció desde el principio. Fue un año deportivo duro, sin explicación porque el Zaragoza estaba acostumbrado a la lucha por entrar en la UEFA. Pero el deporte es tan impredecible que te ves en una situación incómoda y que nunca había vivido. Sufrí muchísimo. Los dos últimos partidos contra el Murcia nos hicieron darnos cuenta de dónde estábamos, de lo que realmente nos jugábamos y de lo que representaba el club para la ciudad. Gracias a Dios, el partido en Zaragoza salió todo redondo y se demostró que la ciudad merecía tener equipo en Primera.

--En el partido de vuelta no cabía un alfiler en La Romareda.

--Yo siempre he dicho que el público de La Romareda era muy exigente. Fue un año totalmente decepcionante para ellos, pero también se dio cuenta de que el equipo necesitaba de su ayuda y nos apoyó muchísimo.

--¿Fue fundamental que se sacara adelante la promoción para los éxitos que vinieron después?

--Seguramente sí, porque necesitas situaciones de esas a nivel deportivo que te hacen reflexionar un poco sobre hacia dónde quieres que vaya el club. Fue un punto de inflexión en la historia del Zaragoza y a partir de ahí tomó un cauce deportivo acertado, incorporando a gente joven, con mucha proyección.

--¿Cómo era jugar con jugadores de esa talla y de ese nivel?

--Cuanto más rodeado de buenos jugadores, mayor exigencia te pones a ti mismo para estar a la altura. Me acuerdo de Brehme, Esnáider, Cáceres, Poyet y de jugadores que fueron internacionales con la selección española jugando en el Zaragoza como Belsué, Pardeza, Higuera... y me estoy dejando compañeros. Se juntó una generación que estaba en crecimiento y que esos años llegaron a alcanzar su plena madurez deportiva.

--¿Alguno de sus compañeros le llamó especialmente la atención?

--Sería injusto si destacara a alguien por encima de los demás. En una plantilla de veintitantos jugadores, lo importante fue que cada uno de nosotros supimos asumir nuestro rol y lo pusimos a disposición del equipo. Creo que ese fue el éxito del Zaragoza durante esos años. Dimos lo mejor de cada uno para que el equipo tirase hacia delante.

--¿El ambiente era tan bueno como decían?

--Yo había estado en un club como el Athletic, que siempre se había dicho que el ambiente se parecía a una familia porque éramos casi todos de la casa. Eso es lo que más o menos también me encontré al llegar al Zaragoza. Sin duda, fue una de las principales claves del éxito.

--No solo tuvieron importancia los títulos, también el nivel de juego que llegó a demostrar el equipo.

--Tuvo vital importancia la llegada de Víctor Fernández. Él ya tenía un estilo muy identificado. Le gustaba tener el balón para atacar y fue desarrollándolo con la fortuna de que consiguió éxitos deportivos.

--Aparte de Víctor, también tuvo la oportunidad de conocer a Alfonso Soláns. ¿Qué recuerda de él?

--Para mí fue una persona muy natural y honrada. En un momento puntual, después de mi tercera temporada en la que acababa contrato y jugamos la final de la Copa de Valencia que perdimos contra el Madrid, por lo que sea, él sin tener todo el punto a favor de renovarme, decidió hacerlo dos años más. Siempre le estaré agradecido porque Zaragoza siempre ha sido mi segunda casa deportiva y en ese sentido confió mucho en mí.

--Usted vivió esos magníficos años y ahora se enfrenta al Zaragoza en Segunda División.

--Algo ha tenido que pasar para que esté viviendo esta situación. Es cierto que en el fútbol hay equipos que están en Segunda que luego vuelven, pero creo que el lugar natural del Real Zaragoza deportivamente es la Primera División. Me gustaría que el Zaragoza volviese por sus fueros y tener que enfrentarme a él en otras circunstancias.

--Viendo la situación actual del Zaragoza, ¿le hace sentirse más dichoso por los cinco años que vivió?

--Yo me siento orgullosísimo y estoy agradecido al Zaragoza de haber formado parte de esas plantillas que han ganado títulos y de haber puesto mi granito de arena para entrar en la historia. Creo que nadie me podrá echar nada en cara, siempre di lo mejor de mí. Por eso me siento terriblemente orgulloso y satisfecho de los cinco años que pasé en Zaragoza.

--En Valencia tropezaron con el Real Madrid...

--Era la primera final de Copa para muchos de los que formábamos parte de la plantilla, la verdad es que era todo nuevo, y estábamos un poquito expectantes de lo que nos íbamos a encontrar. Luego, el desarrollo del partido fue como fue y creo que estuvimos a la altura de esa final, pero no tuvimos la fortuna necesaria para haberla ganado. Yo he visto ese vídeo varias veces y con un poco de fortuna podríamos haber ganado.

--Da la sensación de ser un partido en el que no salió nada.

--Más que no salir nada, es que no estuvimos acertados de cara a portería. Tanto en juego como en ocasiones yo creo que el Real Madrid no fue superior a nosotros y, simplemente, lo que tuvo es más acierto.

--¿Cómo sentó recibir un arbitraje como el de Urío Velázquez?

--La verdad es que ni me acordaba del arbitraje. Perder esa final fue un varapalo y pensaba que no podríamos volver a tener esa oportunidad. Me acuerdo que estábamos en el campo llorando y se me acercó el segundo de Benito Floro y nos dijo que no nos preocupáramos, que tendríamos otra oportunidad.

--Curiosamente, así ocurrió contra el Celta al año siguiente.

--Y sufriendo mucho. Ese año los favoritos éramos nosotros y, sin embargo, hasta los penaltis no pudimos ganar. Son partidos en los que hay tanta intensidad y tantos nervios que no es fácil, pero tuvimos la fortuna de ganarla y disfrutar lo que no habíamos podido ganar el año anterior.

--¿Y qué se siente al ser campeón de Copa por primera vez?

--Hay que vivirlo. Fue una alegría inmensa, una situación que pocos jugadores la pueden sentir. Hay que estar en ese momento, hay que sentir esa alegría después de todo el sufrimiento que pasas a lo largo del partido.

--¿Qué pensó cuando escuchó a Cedrún hacer esa promesa a la afición de ganar la Recopa en el balcón del Ayuntamiento?

--Andoni es amigo mío y yo le permitía cualquier cosa, pero cuando lo dijo nos metió una embarcada de la leche. Pero bueno, él olería algo para decirlo, porque Andoni es una persona muy sensata.

--A los títulos se les suma las grandes actuaciones en la Liga.

--Recuerdo muchos partidos a los que el equipo llegó a rendir a un nivel altísimo, como por ejemplo, ese 6-3 al Barça.

--¿Cómo vivió personalmente la última temporada, en la que el equipo llegó a su cénit ganando la Recopa mientras usted ya no jugó tanto?

--Cuando no juegas nunca estás satisfecho. Jugué muy poquitos partidos. Casi jugué más en la Recopa que en la Liga. Asumí mi rol, sabía que Víctor contaba con otro tipo de jugadores y yo lo único que podía hacer era entrenar bien e irme a mi casa con la conciencia tranquila.

--El camino a la final de la Recopa fue emocionante y complicado.

--En Europa no te puedes confiar. Para llegar a una final tienes que superar a equipos menos conocidos pero nadie te regala nada. Tuvimos que remontar en La Romareda eliminatorias como la del Gloria Bistrita y la del Feyenoord. Y en el partido de vuelta contra el Chelsea lo pasamos muy mal, estábamos sufriendo mucho y el gol de Santi nos quitó una presión tremenda en los últimos minutos.

--Fue una pena que no estuviera convocado para esa final.

--En el anterior partido de Liga fui titular ante el Sporting de Gijón. Aunque ya sabía que era mi última temporada en el Zaragoza, por lo menos tenía la esperanza de entrar en la convocatoria. Una vez que supe que no entraba, lo que me tocaba era apoyar a los demás desde mi posición. Animé como uno más desde la tribuna en la que estaba sentado, y apoyé a los compañeros todo lo que estuvo en mi mano. Me entristeció no poder jugar, pero fue una gran satisfacción la que sentí al ganar. No jugué esa final de París, pero sí que me sentí partícipe del triunfo.

--Parecía que se iba a decidir otra vez en los penaltis.

--La verdad es que tenía esa pinta, pero en el fútbol puede pasar de todo. Cualquier jugador es capaz de hacer una cosa inesperada y de cambiar el desarrollo del encuentro en un segundo.

--Que fue lo que finalmente acabó ocurriendo...

--Nadie pensaba que Nayim se le ocurriera hacer eso y que iba a meter ese gol. Hay que tener la capacidad mental de pensar y la capacidad física de ejecutar ese golpeo como lo hizo él.

--¿Qué pensó cuando lo vio disparar desde esa distancia?

--No sé cuánta gente de Zaragoza nos encontrábamos en el Parque de los Príncipes, pero era uno de los que estaba soplando para que la pelota llegara a portería.

--¿Y qué hizo cuando esos resoplidos surtieron efecto?

--Los desconvocados saltamos enseguida por el cordón de seguridad policial a abrazar a nuestros compañeros. Nos abrazábamos todos sin ton ni son, te echabas encima de cada persona que veías de blanco y azul. Son momentos excepcionales y estás en un nivel de éxtasis que te da igual todo. Hicimos una bola en el campo y nos tiramos encima de Nayim.

--¿Se puede decir que vivió unos cinco años inolvidables?

-- Cinco años de 50 que voy a hacer parecen pocos, pero siendo de esa intensidad, se le quedan a uno grabados en el corazón. Para mí, Zaragoza es una ciudad muy difícil de olvidar.