Durante las últimas semanas, los aficionados al deporte están despidiendo a miembros de la familia que se van demasiado pronto. El martes, Fredrick Larsson fallecía en un trágico accidente de tráfico a la edad de 36 años dejando a la comunidad del balonmano helada. Entre 2009 y 2011 pudo disfrutar de una época dorada del BM Aragón, se convirtió en internacional y en una de las grandes promesas del deporte escandinavo. «Llegó con 25 años, era un chico muy joven y enseguida se le vio que era muy buena persona. Entró muy bien en el grupo, era un central con mucha calidad y caía bien a todo el mundo. Es una pena que se nos haya ido por la juventud que tenía», recuerda el excapitán del BM Aragón, Amadeo Sorli.

En esos años, llegaron desde el norte de Europa jugadores jóvenes con gran proyección que hicieron crecer al balonmano aragonés. «Fredrik apenas hablaba español y se apoyaba mucho en Robert Arrhenius. Recuerdo momentos en el autobús repasando los sistemas, porque Mariano Ortega tenía mucha riqueza en la pizarra desde el banquillo, e intentaba echarle una mano para que lo hiciese lo mejor posible para el equipo», asiente Amadeo Sorli.

No es de extrañar que el club buscara jóvenes talentos fuera del país para dar un salto de calidad al equipo. «Nos dio mucho en lo deportivo, fue asimilando todo lo que trabajábamos con mucho rigor y respeto. Era muy educado, no solo con los compañeros, sino también con los rivales, que le defendían muy duro. El cambio de país y de cultura le costó al principio, pero él hizo sobresfuerzos para adaptarse lo más rápido posible. Escuchar ayer la noticia me estremeció, quiero dar ánimos a su mujer y a sus dos hijos pequeños, a los amigos y a todo el balonmano», lamenta su exentrenador Mariano Ortega.

Si el BM Aragón llegó a cotas tan altas fue gracias a las asociaciones que crearon los jugadores dentro de la pista, y la de Larsson y Cartón fue una de las mejores. «Es sintomático que lo trajera Mariano, porque era un jugador muy de su estilo, de los que organizaba al equipo, con un tiro en apoyo muy seco y duro, encima siendo tan alto, se prodigaba al ataque menos de lo que a Mariano le gustaba. Yo chapurreaba algo más de inglés, entonces hablaba más con él, era un líder silencioso de los que predican con el ejemplo y el mensaje», afirma su excompañero Toño Cartón.

Estas efectivas relaciones acabaron trascendiendo fuera de la cancha. «Cuando llegaba gente nueva teníamos costumbre de cenar, hacíamos parecidos razonables y bromeábamos que, por fin, habíamos traído un sueco guapo. Cuando se marchó de aquí, le regalé unas camisetas de una tienda de Gijón que le gustaban y, cuando volvió a Suecia, recibí un paquete de él. Me había enviado unas camisetas que al tiempo acabaron siendo mis preferidas, Fredrik era un tipo muy elegante, con una forma de vestir diferente, le veía como le quedaban y pensaba, ¿Por qué a mí no? No era mi caso», relata Cartón.

Para todos se va un gran compañero, un magnífico deportista y un irremplazable amigo. «Jamás tuvo un mal gesto y quizás por ello era tan querido. Es un momento sensible para todos, primero fue Azcón, luego Mainer, ahora nos sucede con Fredrik… Estamos tocados porque desde la desaparición del club solo retomamos el contacto cuando suceden estas situaciones. Ahora, lamentas haber perdido el contacto con el paso de los años, a lo mejor hay cosas que quedaron por decirse y ahí se nos quedarán», concluye su excompañero Toño Cartón.